Hola, Amigas 👋
Cómo están?
Por acá, con el libro ya entregado a la imprenta. Podría haber seguido dando vueltas por meses, pero ya. Hashtag soltar. Ahora estoy esperando la confirmación de la fecha de entrega, y de ahí anuncio la fecha de lanzamiento que va a ser escalonada. Primero online a todo el mundo, luego libro físico en Argentina, luego España, y así hasta dar toda la vuelta, y empezar con el segundo. Salí en Forbes dando una pequeña primicia de qué la va.
Empecé con las primeras grabaciones del podcast. Muy raro escucharse la voz, pero ya iré tomando más confianza.
🙋🏻♀️ Hola a todas las amigas que se sumaron con el newsletter anterior! Qué lindo tenerlas por acá.
Entrega larguita hoy así, que cafecito en mano. Hablemos de deuda.
Amiga, hablemos de deuda. No la tuya, no la mía, no la de la tarjeta. La de los países.
Porque a veces leemos titulares como: “Estados Unidos tiene una deuda récord” o “Argentina está en default técnico”, y sentimos que estamos viendo una serie con subtítulos en coreano. No entendemos qué pasa, pero intuimos que no es bueno. Ni para el país, ni para nosotras.
Entonces, arranquemos por el principio: ¿Qué hace un país cuando tiene deuda? ¿Cómo la paga? ¿Puede no pagarla? ¿Puede imprimir billetes como si fueran un PDF?
La respuesta rápida es: depende. Un país tiene cuatro caminos para pagar su deuda:
Exportar más
Imprimir billetes
Emitir bonos
Pedir más plata prestada
Vamos a ver qué implica, uno por uno.
1. Exportar más = traer dólares para pagar
Es la forma más sana de todas: producir cosas que el mundo quiera y venderlas.
¿Qué se necesita para exportar más?
Primero, tener algo que el mundo quiera comprar. Y no hablo solo de materias primas como soja o litio (aunque ayudan), sino también de bienes y servicios con valor agregado: software, biotecnología, servicios financieros, cine, moda, lo que sea. Cuanto más complejo y deseado sea lo que ofrecés, más dólares podés traer.
Segundo, tener una industria competitiva. ¿Qué significa eso? Que puedas producir con calidad, eficiencia y precios que no espanten a nadie. Que no se te corte la luz en plena fábrica, que no te maten los impuestos, que no necesites 45 permisos para exportar un tornillo.
Tercero, un tipo de cambio que no te ahogue. Si el dólar está carísimo, tus costos suben tanto que ni podés exportar. Pero si está regalado, exportás y no ganás nada. La clave está en el equilibrio, ese lugar mágico donde ganás lo justo y competís sin morir en el intento. Y un dato clave: no podés poner todos los huevos en la misma canasta. Si solo exportás soja y viene una sequía, fuiste. Si dependés del litio y se te cae el precio internacional, fuiste también. Por eso diversificar es vital.
2. Imprimir billetes = inflación asegurada
La segunda opción es tentadora: "¿Y si imprimimos plata y pagamos todo?" Parece una solución express, casi mágica. Pero ¿qué pasa? Imprimir billetes sin respaldo genera inflación. Porque hay más plata en circulación, pero la misma cantidad de bienes. Entonces, suben los precios y se te descalabra la economía. Y además, imprimir no sirve si tu deuda es en otra moneda (como el dólar). Porque no podés imprimir dólares a voluntad. Eso lo hace la Reserva Federal de Estados Unidos. Vos no.
3. Emitir deuda = endeudarse con elegancia (o eso parece al principio)
Emitir deuda es como salir a decir: “Hola mundo, necesito plata. ¿Quién me presta?” Y los que te prestan, no lo hacen de onda. Lo hacen porque van a cobrar intereses. Y porque creen que sos más o menos confiable. ¿Cómo se emite deuda? Un país emite bonos: instrumentos financieros que prometen pagar una cierta cantidad en una fecha futura. El país los vende en los mercados internacionales y recibe dólares a cambio. Con eso paga sueldos, construye rutas, o simplemente tapa agujeros del presupuesto. ¿Y después? Bueno, después hay que devolver esa plata. Con intereses. Emitir deuda suena más prolijo que imprimir billetes, y más responsable que pedir dinero prestado, pero tiene sus trampas. Si los mercados creen que no vas a poder pagar, te exigen tasas más altas (como cuando tenés mal historial crediticio). Si ya emitiste un montón de deuda (o pero aún, si tenés múltiples defaults), cada vez te cuesta más que alguien confíe en vos.
Emitir deuda puede ser una herramienta útil. Pero como todo en esta vida: con moderación y cumpliendo los pagos. Porque si no lo hacés, te bajan el rating. ¿Y qué significa eso? Que las agencias calificadoras (como Moody’s, Fitch o Standard & Poor’s), que actúan como los “profesores” del sistema financiero, te ponen una nota. Si cumplís, te ponen un A. Si te atrasás, te bajan a una B. Si entrás en default, terminás con una D, como en la escuela. Y nadie quiere prestarle plata a alguien que tiene una D y se sienta siempre al final del aula.
4. Pedir prestado = entrar en la rueda eterna
Muchos países piden más deuda para pagar la deuda anterior. Es como pagar la tarjeta de crédito con otra tarjeta. Mientras las tasas estén bajas, más o menos la piloteás. Pero cuando suben (como pasó en los últimos años), todo se vuelve insostenible. Y ahí aparecen los intereses. Y más intereses. Y el déficit. Y la necesidad de recortar gastos. Y el ajuste. Y la furia social.
¿Y qué pasa si nadie más quiere prestarles?
Ahí entra… la oficina del último recurso. El Fondo Monetario Internacional.
El FMI nació en 1944 como un acuerdo entre países para evitar nuevas crisis económicas como la de los años ‘30. En teoría, era un club de ayuda mutua entre naciones: si un país tenía problemas de balanza de pagos, los demás le prestaban para que no se hunda y de paso evitar un efecto dominó. Una idea solidaria, casi utópica. Pero con el tiempo, ese espíritu se fue desdibujando. Hoy el FMI funciona más como un prestamista de última instancia, casi como ir al Cash Converters con tu equipo de música: sabés que vas a salir con algo de efectivo, pero te van a romper el alma con las condiciones.
Porque el FMI no regala nada. Presta, sí, pero con condiciones que duelen: te exige recortar gastos, bajar subsidios, congelar sueldos y apretar el cinturón hasta que no quede más agujero. Y si no hacés lo que dice, no te presta ni un centavo más. Por eso los países desarrollados lo esquivan como a un ex tóxico: porque no solo te dice cuánto podés gastar, sino en qué. Es una intromisión directa en las políticas públicas.
Actualmente, una nueva ola de austeridad se cierne sobre el mundo, cuyas medidas afectarán al 85 % de la población mundial en 2023, según las previsiones del FMI de este estudio de Oxfam. En este llamado a la “austeridad” hay una única constante: recortar sobre las espaldas de las mujeres. Siempre se recorta en lo mismo: programas para prevenir embarazos adolescentes, educación, salud pública. Las mujeres, mayoritarias en trabajos de cuidado como educación y salud, son las primeras en sufrir esos recortes. Entonces, pedir deuda al FMI es un golpe directo a las mujeres. De lleno, sin paragolpe.
La deuda de un país NO es comparable con la deuda de un hogar
Acá viene una aclaración clave, porque muchas veces los “economistas” de Instagram nos venden esta comparación. Falso. Burrada. Porque una familia:
No puede emitir su propia moneda, ni bonos.
No puede pedir prestado eternamente.
No tiene un banco central que la rescate.
Las comparaciones entre la deuda de un país y la deuda personal son sobresimplificaciones peligrosas que, en realidad, son desinformación. Usar estas comparaciones es manipular la comprensión económica y distorsionar la realidad. Son estrategias que, al igual que las burbujas, nos venden una falsa sensación de claridad, para justificar lo injustificable.
Amiga, hablemos del elefante en la habitación: la deuda de Estados Unidos.
Sí, ese país que imprime los billetes más deseados del mundo, que durante décadas pareció un adulto responsable, también está en aprietos. Estados Unidos tiene una deuda pública récord: es el país más endeudado del mundo. Por lejos. Y parte de lo que está haciendo Trump para solucionar la situación, es la opción uno que les conté: querer venderle más productos al mundo para pagar esa deuda. Lo cual es una buena estrategia, pero con una pésima ejecución.
El pensamiento no está mal: exportar más, importar menos, equilibrar la balanza. Pero la estrategia es torpe. Porque si te peleás con tus principales socios comerciales, no creás riqueza: la espantás.
El tironeo entre el Gobierno y la Reserva Federal
Hoy, en Estados Unidos, hay una tensión fuerte entre el gobierno (que quiere que bajen las tasas de interés) y la Reserva Federal (la Fed), que quiere controlar la inflación.
¿Por qué el gobierno quiere tasas más bajas?
Porque si bajan las tasas, paga menos intereses por su deuda.
Porque un dólar más débil hace que sus productos sean más baratos para exportar (y entren más dólares).
Porque estimula el consumo y el crecimiento (al menos en el corto plazo).
Pero la Fed no está para eso. Su mandato es otro: evitar que la inflación se descontrole.
¿Y el dólar? Ya no es tan indestructible…
El dólar sigue siendo fuerte, sí. Pero por primera vez en mucho tiempo, hay dudas. Porque si el país más poderoso del mundo:
Se endeuda hasta el cuello
Actúa erráticamente (hola Trump presentando tablas arancelarias sin ningún tipo de lógica, y hablando de comprar Canadá)
Amenaza con no pagar (como pasó con el techo de deuda en 2023)
¿Resultado? El dólar no para de caer. El oro alcanzó a un precio histórico. Países como China, Rusia o incluso Brasil están intentando hacer transacciones en otras monedas. Hay más acuerdos bilaterales sin dólares. Y si un día el mundo deja de confiar en el dólar como moneda de reserva global… Houston, o mejor dicho, Amiga, we have a problem.
¿Qué aprendemos de esto?
Que para los países, endeudarse no es el problema. Todos los países necesitan endeudarse de alguna manera, el problema es no tener un plan.
La deuda de los países puede servir para crecer, si la usás para invertir en infraestructura, educación o desarrollo. Pero si vivís pateando la pelota y jugar a la bicicleta financiera, la deuda ya no se convierte en una herramienta: es una trampa.
Hasta acá llegamos hoy, nos leemos la próxima.
Glosario financiero: bonos
Los bonos son préstamos que haces a gobiernos o empresas, y a cambio te pagan un interés. Hay muchos tipos de bonos, y con diferentes ratings y duraciones. Estos son los más comunes.
Bonos del Gobierno: Emite el gobierno para financiarse.
Bonos Corporativos: Emitidos por empresas. Mayor riesgo, pero más rentables.
Bonos Municipales: Emitidos por ciudades o gobiernos locales. A veces, con beneficios fiscales.
Bonos de Alto Rendimiento (Bonos Basura): Emitidos por empresas o gobiernos con mala calificación. Riesgo alto, pero más intereses.
Bonos de Tasa Fija: Pagan un interés fijo durante todo el tiempo.
Bonos de Tasa Variable: El interés cambia según las tasas de mercado.
Fofocas del mercado
Apagón histórico en España. Todavía no se saben con certeza las causas, pero las energías renovables quedaron bajo la lupa. Y es lógico: cuando todo depende de la electricidad —la cocina, el transporte, la comunicación—, cualquier corte deja a un país de rodillas. ¿Significa esto que hay que frenar la transición energética? No. Significa que hay que pensarla un poquito mejor.
Wall Street rebotó pero los inversores siguen con dudas sobre cómo los aranceles van a afectar a la economía, y están muy confundidos. El PBI de Estados Unidos se contrajo considerablemente.
Se retiró Warren Buffet a los 92 años. El mejor inversor de todos los tiempos dijo adiós. El stock de Berkshire Hathaway bajó un 5% después del anuncio. Chiquis, ¿qué querían? ¿Que trabajara hasta los 100?
Excelente! No pude dejar de relacionarlo conmigo! Soy un País en crisis...😖
Gracias amiga