Amigas, ¿cómo están? 👋
Pasó de todo. Las presentaciones del libro en Buenos Aires fueron un montón de emociones juntas —y todavía no me cae la ficha del todo. Gracias infinitas por el apoyo, por los abrazos, por estar ahí. Esta semana seguimos en Madrid, el martes a las 18.30 en Librerías Terán. Están todas invitadas.
El jueves se presenta en Barcelona, aunque el aforo del lugar está reventado. Otra que Oasis en Cardiff. Si quieren venir, me escriben y las anoto en lista de espera.
Con respecto al libro, ya lo pueden encontrar en librerías de Argentina y España. El martes les paso la lista completa. Como no soy editorial Planeta tengo que ser bastante más estratégica con la distribución. Por eso, si no lo encuentran en “su” librería de siempre, me hacen un favor gigante si lo piden. El libro está en el catálogo de distribución de ambos países y se puede encargar (y de paso le muestran a la librería amiga que hay demanda). Ahora tratando de entender cómo hacer que llegue a Chile y Uruguay. Paciencia, Amigas.
Como siempre, también lo pueden comprar por Mercado Libre o Amazon papel o digital (ya saben, menos intermediarios, ejem, ejem).
Esta entrega viene un poco polémica. Una de ustedes me dijo hace poco: “estás subiendo el tono”. Y sí, con el libro allá afuera y las bases sentadas, el tono va subiendo, Amigas...
Allá vamos.
La semana pasada, en la presentación del libro en Buenos Aires, cuando me preguntaron qué teníamos que hacer las mujeres para avanzar en términos económicos, dije —medio en broma, medio en serio— “para empezar, terminar con la sororetidad y la economía del favor, hay que facturar”. Términos que me inventé en el momento. Todas nos reímos. Pero no porque fuera gracioso.
Nos reímos porque todas sabíamos exactamente de qué estaba hablando.
Lo primero —eso que llamé sororetidad— es lo opuesto a la sororidad. Una colaboración entre mujeres que empieza en alianza, pero termina siendo una trampa. Porque por más de que muchas mujeres creamos que el antro de no ayudarnos entre nosotras ya cerró allá por el 2013, lamento decirles que no todo vínculo entre mujeres es sororo. Y no todo lo que se dice feminista lo es en la práctica. Hay vínculos que se disfrazan de apoyo pero, en el fondo, operan para minar. Y la data no miente: las mujeres experimentan hostilidad y bullying laboral por parte de otras mujeres. Según este estudio, sólo el 33 % de las agresoras en el trabajo son mujeres, PERO el 65 % de esas agresiones van dirigidas hacia otras mujeres. Ouch.
No es que seamos naturalmente así. Al contrario: fuimos entrenadas. Nos moldearon para competir entre nosotras por migajas —de atención, de validación— mientras otros se repartían el pastel entero.
Y esta lógica también puede aparecer en los espacios donde, en teoría, veníamos a cuidarnos. Con palabras lindas, hashtags y promesas de red, pero con las dinámicas de siempre: gaslightear, apropiarse del trabajo ajeno, usar a otra como escalón. Malísimo.
Hablemos de la industria del “favor”
Ahora toca hablar del fenómeno opuesto al problema anterior. Las que se pasan de generosas y no ven un centavo nunca.
Lo quiero dejar bien en claro: ayudarnos entre mujeres es hermoso. Lo sabemos. Es el único salvavidas real cuando el mundo nos da la espalda (o sea, el 99,9% de las veces).
Y sí: todas dimos una mano alguna vez. Todas la recibimos. Ese empujón justo, esa mano amiga, ese “dejame a mí que te lo saco en dos minutos”.
Pero una cosa es el gesto puntual. Y otra, muy distinta, es que se vuelva costumbre.
Porque uno de los grandes nudos silenciosos de los vínculos entre mujeres es este: la lógica del favor mal entendido. Es cuando se espera que trabajemos gratis, “por visibilidad”, “por la causa”, “porque entre nosotras nos ayudamos”. Está genial que nos demos una mano, pero no puede ser siempre gratis. Si no, es precariedad disfrazada de alianza.
Los varones no hacen esto. No porque sean más buenos, ni más justos. Sino porque aprendieron hace siglos a lucrar con sus vínculos. Sus #hayequipo vienen con ROI: vos me das esto, yo te devuelvo aquello. Nada es porque sí. Todo suma. Todo se factura. Tienen aceitados sus sistemas de colaboración: cadenas de favores estratégicas, acuerdos económicos implícitos, trueques de visibilidad, acceso a espacios de poder. Una economía real —y funcional— donde todos ganan algo. (Hablo bastante de esto en el libro, por cierto).
¿Y nosotras? Muchas veces quedamos atrapadas en dinámicas que romantizan no cobrar —como si regalar nuestro tiempo y talento fuera un acto de amor al arte o un hobby de señoras de Recoleta. La realidad es que esta repetición viene con años de entrenamiento intensivo: nos enseñaron que el dinero es un territorio hostil y que la verdadera “fortaleza femenina” está en ceder, colaborar y dar… pero recibir dinero a cambio, bueno, eso ya es pedir demasiado.
Pero, ojo, en el fondo todo esto es un síntoma de algo mucho más profundo. Un guion reciclado que el sistema repite con éxito para asegurarse de que no construyamos poder real. Porque si entre nosotras no aprendemos a generar valor compartido —y a sostenerlo con estructura— vamos a seguir regalando nuestro trabajo, una y otra vez.
Porque eso es lo que está en juego: el poder. No el simbólico. No el de selfies y hashtags. El poder que se transforma en dinero real.
Cómo no caer en el agujero negro del favor mal entendido
Ponerle precio a tu tiempo y talento desde el minuto uno. No es arrogancia ni mala onda, es autocuidado y estrategia. Si alguien te pide laburo gratis “por visibilidad”, preguntá: ¿qué gano yo? Si la respuesta no te convence, por ahí no es.
Exigir claridad y compromiso por escrito. Roles, tiempos, entregables y remuneración tienen que estar en un contrato o, al menos, en un email bien explícito. Lo que no se escribe, se olvida.
Aprender a decir “no” sin culpa ni drama. Negociar no es pelear ni ser difícil, es cuidarse. Y nadie te va a aplaudir por regalar tu trabajo. Al contrario, te van a respetar más si ponés límites claros.
Ponete un límite anual de proyectos ad honorem. Está bien dar una mano de vez en cuando, pero elegí con criterio dónde y cuándo. Puede que caigas en la tentación de laburar gratis (te lo dice alguien clavada un domingo pensando en cómo ayudar a promocionar la peli de una directora a la que ni conoce en persona, HOLA), pero al menos tenés claridad en tus límites o tipo de proyectos.
El tiempo también es capital. Compartilo, pero que siempre sea una elección consciente
Lo sé. Hablar de todo esto incomoda (a mi me incomodó muchísimo escribirlo).
Pero justamente por eso hay que hacerlo.
Porque nos enseñaron que entre mujeres todo era amor, y que hablar de dinero lo arruinaba. Pero si no hablamos de dinero, lo que arruinamos es la posibilidad de construir poder real.
Porque si seguimos evitando estas conversaciones, lo único que vamos a lograr es ser funcionales al mismo sistema de siempre. Ese que nos quiere divididas y odiándonos…o juntas, pero pobres.
Nos leemos la próxima 👋
Glosario: ROI (Retorno de la inversión)
Siglas de Return On Investment. Retorno de inversión. En criollo: qué gano yo con esto. Es una forma de medir si algo te está rindiendo o no. En el mundo de las finanzas, se usa para evaluar cuánta ganancia te deja una inversión.
Por ejemplo: si ponés $100 y ganás $120, tu ROI es positivo. Si ponés $100 y terminás con $90… bueno, no tanto. Pero el ROI no es solo plata. También podés medirlo en visibilidad, contactos, oportunidades, tiempo, energía. Cada vez que ponés algo (dinero, esfuerzo, tiempo), esperás que vuelva algo. Eso es ROI.
Tres noticias para prestarle atención esta semana
Esta sección cambia un poco. Ya no te voy a contar “qué pasó”, sino por qué importa. Porque los titulares ya los viste. Lo que quizás no viste es lo que se está moviendo por debajo. Presento nueva sección: análisis de Amiga, el Financial Times pero con dos fernets encima.
Trump pasó su “Big Beautiful Bill” y de “beautiful” no tiene mucho. El Congreso de EE.UU. aprobó una mega ley fiscal impulsada por Trump que ya está generando ruido. ¿Quiénes ganan? Las grandes empresas, los ricos y los socios de sociedades comerciales. El top 20% de los que más ganan se lleva un aumento de ingresos de 13.000 dólares anuales. El 0,1% más rico, casi 300.000. ¿Quién pierde? Quienes dependen de programas sociales como Medicaid o cupones de alimentos. El recorte a la red de seguridad es histórico: millones de personas van a quedar fuera del sistema. Make America Great Again, pero solo para el que ya estaba bien. ¿Y qué se puede esperar en el mercado? Wall Street ya empezó a festejar: más ganancias para las grandes empresas, menos impuestos, y un guiño directo al capital. Pero ojo: estas medidas también pueden recalentar la inflación y presionar a la Fed a subir tasas más rápido. Es el típico cóctel de suben las acciones, pero se recalienta la olla. Para mirar de cerca.
No muy buenas noticias para Argentina: JP Morgan desarmó su posición en pesos y se fue silbando bajito. ¿Te suena al 2018? Sí, pero no. Como dicen siempre, la historia no se repite, pero rima. Esta vez no hay una oposición fuerte ni un mercado esperando que el oficialismo pierda las elecciones. Pero es una señal (bastante) clara de que la macro no está taaan sólida como repiten en cadena nacional.
Irán, Israel, Estados Unidos. ¿Qué fue ese mini amague de WW3? Todo se estaba pudriendo: drones, embajadas evacuadas, titulares en mayúsculas. Y al otro día… nada. Irán se fue al mazo. ¿La clave? Mirá el mapa. UAE, Arabia Saudita, Qatar… hace rato nos están diciendo algo con más claridad que cualquier diplomático: su dios es Louis Vuitton y su religión, las Ferraris. Hay una desescalada de la fe y una escalada de los negocios. E Irán, que no es tonto, sabe hasta dónde agitar sin voltear la mesa. Porque esa mesa ya no es suya: es de los que invierten, no de los que rezan. En otras palabras, todo muy lindo pero no me toqués el estrecho de Ormuz. Porque el Golfo hace rato que ya no quiere guerra. Quiere guita.
Siempre, un: "amiga me lo hacés vos, sino tengo que pagarle a tal para que me lo haga", Ese tipo de mensajes recibía que me dejaba un gusto horrible de "ah, estás dispuesta a pagar pero no a mí".... cuando nació mi hija que tenía que pagar para tener una hora de trabajo, al maternal o a una niñera, se me ordenó la cosa: les cobraba al menos el valor que yo tenía que pagar para hacerme ese tiempo. De a poco fui agregándome unos paupérrimos honorarios. Pero me llevó años. Ahora me volví más clara conmigo, pregunto: qué podés pagar por esto? y en función de la respuesta armo "la propuesta", y si no va, prefiero no hacerlo... hay que pagar hasta para descansar, ya no se puede trabajar gratis, menos en este contexto.