¡Hola Amigas! 👋
Cómo están. Las extrañé.
Volví. Renovada y con muchas ideas y ganas de hacer crecer este espacio.
Este parate igual fue un poco necesario para poner todos mis patitos legales en fila, registrar este espacio, el adelanto del libro (¡EMOCIÓN!) y proteger legalmente todo el contenido que leen acá.
Por otro lado, este tiempo me sirvió para meditar cómo ayudarlas de una forma más tangible. Voy a introducir dos cambios bastante simples, pero fundamentales:
Guías paso a paso: me está limitando un poco el formato del newsletter, así que en las próximas semanas, Amiga estrena website (¡gritos de emoción!) donde van a poder descargarse guías super simples y concretas, para todo lo que tenga que ver con nuestra relación con el dinero. Es como una versión de estos newsletters, pero más orientado a la acción. Se las descargan y las tienen a mano siempre. Empezando por esta, la de negociación. Les cuento más detalles, muy, muy pronto.
Contenido: esta Amiga va a empezar a dar la cara, y voy a empezar a hacer contenido en Instagram, y en Tiktok también. Me da un poco de vergüenza, sinceramente. Pero estuve reflexionando un poco y es necesario ponerle cara al discurso. 💪
Y muchas cosas más, en un futuro no muy lejano. Pero, de a poco. 🙂
Hoy vamos a hablar de un tema que me vienen pidiendo hace un montón: la negociación de sueldo. En esta edición, vamos a estar enfocadas en todas esas Amigas que estén en relación laboral de dependencia. Autónomas, entrepreneurs, freelancers, si bien hay varios puntos de este newsletter que les pueden servir, merecen otro tratamiento porque “ponernos precio” activa otras dinámicas .
Antes de empezar, quiero aclarar algo importante, porque cuando tocamos estos temas, hay trampitas por todos lados.
(Qué pesada, clavó una doble intro. Pero es importante, banquenme).
El otro me topé con un reel en IG donde una mujer contaba que los hombres suelen mentir en su CV y se postulan a trabajos para los que no están calificados, mientras que las mujeres no lo hacemos. Hasta ahí, todo bien. Pero la mujer que presentaba el video lo remató diciendo que las mujeres "tenemos que hacernos cargo" de que nos pase esto. Ahí se me pararon las antenas.
Vamos a dejar algo clarísimo, de una vez: este tipo de comentarios vienen del mismo bullshit corporativo que Sheryl Sandberg vendió en su libro Lean In (no tiene traducción literal, pero quiere decir “Tomá la iniciativa”), donde básicamente se nos dice que el cambio depende de nosotras, que solo necesitamos "ponerle ganas" y ser "más ambiciosas" para desafiar la desigualdad.
El problema con este tipo de narrativa es que ignora lo obvio: el sexismo no es algo que nosotras “provocamos”. No es una falla individual, es un problema estructural.
Entonces, ¿cómo se pretende que el peso de que las cosas cambien, recaiga solo sobre nosotras?
Es una suerte de “pollerita corta”, versión corporativa. Como diciendo, “y vos también, viste. Cómo querés que te vaya si no te vendés bien”. Nos quieren vender la idea de que si las cosas no cambian, es porque no estamos haciendo “lo suficiente”.
Como si el sistema no estuviera diseñado para hacernos fallar desde el minuto cero.
Aclaro esto porque en esta edición, vamos a estar hablando de un montón de cosas que las mujeres no hacemos. Pero, repito, no lo hacemos porque no queremos, o seamos inadecuadas, sino porque culturalmente hay un montón de factores que entran en juego para que actuemos de esa manera.
Hecha la aclaración, allá vamos.
Todo el mundo parece obsesionado con hablarnos de ahorrar, y hace un tiempo, no paran de taladrarnos la cabeza con invertir. Pero, para que eso sea posible, necesitamos una base sólida que nos permita siquiera pensar en ello.
Y aquí es donde nos encontramos con una gran, gran desventaja.
Primero, porque desde el vamos nos ofrecen menos dinero.
Pero, más allá de lo que nos ofrecen, está lo que nos atrevemos a pedir. Y es aquí donde muchas veces nos quedamos bastante cortas: en la negociación del sueldo.
Ya desde el primer trabajo, tendemos a aceptar lo que nos proponen, sin cuestionarlo.
Una investigación realizada por Linda Babcock y Sara Laschever en su libro Women Don’t Ask cuenta que 57% de los hombres negocian sus salarios iniciales, mientras que sólo el 7% de las mujeres lo hacen.
Déjenme explicarles por qué esto es un problemón.
Esa primera negociación de sueldo puede marcar la diferencia en toda nuestra carrera, mucho más de lo que creemos. El salario, en un punto, se parece bastante a una inversión: el punto de partida influye muchísimo en el resultado final.
Ahora, atenti a este dato que les va a volar la cabeza.
Según ese mismo libro, y tomando como base un sueldo base de Estados Unidos (55 mil dólares anuales), las mujeres que no negocian ese salario inicial pueden estar perdiendo potencialmente entre 500 mil y un millón de dólares a lo largo de su carrera.
Sí, leyeron bien. ¿Cómo? Por el efecto del interés compuesto sobre la base de ese primer sueldo. Si, por ejemplo, un hombre negocia un aumento en su primer sueldo y una mujer no, ese incremento no solo suma cada año, sino que también afecta los aumentos futuros, que se aplican sobre una base más alta. Es decir, ese crecimiento se vuelve exponencial.
Entonces, lo que parece una “pequeña diferencia” anual, se convierte en una bola de nieve que, a lo largo de toda una carrera, se transforma en una diferencia brutal. Y ojo, porque empezar con un salario más bajo no solo afecta al salario que recibimos todos los meses. También impacta los aportes para la jubilación, el seguro médico, y otros beneficios. O sea, nos afecta en todos los frentes, a todas las edades.
Pero, ¿por qué pasa esto? ¿Por qué nos cuesta negociar nuestro salario?
Acá se ponen en juego múltiples factores culturales, que nos juegan en contra.
Existe una penalización por negociar
Las mujeres que negociamos somos vistas como "demasiado agresivas" o "difíciles". De hecho, este estudio de Psychological Science encontró que las mujeres que negocian de manera asertiva pueden ser percibidas negativamente, lo que da lugar a un fenómeno conocido como "doble vínculo": si somos asertivas, somos vistas como "agresivas", pero si no negociamos, se nos ve como "débiles". O sea, ninguna versión es bien vista. Salvo que directamente, seas un hombre.
Nuestra feminidad se pone en juego
Negociar siempre implica una mini tensión. Es una dinámica con una energía más masculina, una a la que no estamos acostumbradas y, para ser sinceras, no disfrutamos para nada. En este mismo libro, Women Don’t Ask, cuentan que hicieron un experimento: cuando se les pidió a los hombres que usaran metáforas para describir cómo se sienten al negociar, mencionaron cosas como "ganar un partido" o "hacer una llave de lucha libre". ¿Las mujeres? Dijeron que es como "ir al dentista". Negociar el sueldo, tratamiento de conducto, todo lo mismo para nosotras: la pasamos pésimo.
Nos quedamos con la primer oferta
Según este estudio de Harvard, las mujeres, en general, nos quedamos con lo que nos ofrecen, sin negociar. ¿Por qué? Desde pequeñas nos enseñan a no priorizar nuestros propios intereses, sino a enfocarnos en las necesidades de los demás. Ni nos damos cuenta, esto opera en una capa tan, tan profunda que es casi imposible darse cuenta, ni siquiera está en nuestro radar la opción de poder pedir más.
Por otro lado, me atrevo a agregar que el fantasma de la precariedad laboral también juega su papel, haciéndonos tomar la primera oferta casi como si debiéramos estar eternamente agradecidas de tener "la oportunidad" de trabajar. Esta actitud viene con nosotras, como venimos hablando en este espacio, después de siglos de marginación laboral y financiera.
No sabemos nuestro valor, literalmente
Como no hablamos de dinero, muchas veces no tenemos ni idea cuál es nuestro valor en el mercado, para el puesto que nos estamos postulando. En este mismo libro, Women don’t ask, nos cuentan que solemos negociar hasta un 31% menos que un hombre por el mismo puesto de trabajo.Igual, les tengo malas noticias, igual aunque sepas tu valor y seas más o menos Liam Neeson negociando, pueden no dártelo. Según este estudio, las mujeres piden aumento con la misma frecuencia que los hombres, pero los hombres tienen más probabilidades de conseguirlo.
Las mujeres que negociamos nuestro sueldo somos percibidas como “calculadoras” o “interesadas”.
¿Cuántas veces hemos escuchado estas etiquetas? ¿No les parece un disparate que nos llamen, o peor, que nos sintamos nosotras mismas una “interesadas”, por querer que nos paguen por nuestro trabajo? ¿No es un delirio esto?
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Primero, asumirnos como INTERESADAS™, en el sentido más literal de la palabra.
Sí, estoy interesadísima en que me paguen bien, en que me reconozcan, en ganar lo mismo que mis pares. En poder pedir lo que quiero sin preocuparme por el precio. En ahorrar, en tal vez considerar la idea de invertir. En darle de comer a mis hijos, o comprarle una mejor comida al gato. En disfrutar unas vacaciones, en hacer ese curso que llevo tiempo queriendo, en pasar por una vidriera y comprarme algo simplemente porque sí. En fin, de hacer lo que me dé la puta gana con el dinero que gano.
Soy una INTERESADA. Tatuate esto.
Este es el cambio cultural que tenemos que hacer, todas juntas.
Y ahora, vamos a los consejos más prácticos.
Pensá en esta entrevista o negociación pensando a largo plazo
Seguramente estás pensando: “Amiga, ¿de qué me estás hablando? Apenas puedo con esta negociación que tengo delante”. Pero a ver, los trabajos en un punto son como lianas que nos ayudan a llegar a una meta más grande.
Voy a hacerte LA pregunta: ¿a dónde querés llegar, Amiga? ¿Qué es lo que realmente querés hacer? Aquí te pido que pienses en grande. Si vos no lo hacés, nadie lo va a hacer por vos.
Ahora armá tu recorrido. Todo lo que debería pasar hasta alcanzar tu meta final. Ahora, pensá en cómo esta próxima negociación puede ayudarte a llegar a esa meta. ¿Qué deberías negociar? Puede ser experiencia, dinero, tiempo, trabajar con una persona específica, o incluso que te paguen clases para ayudarte con tu objetivo.
Cuanto más clara tengas tu meta, mejor vas a entender lo que querés sacar de esta negociación. Hacer este ejercicio te va a hacer sentirte más confiada, porque entendés hacia dónde vas, más allá de lo que tenés adelante hoy, puntualmente.
Que sea una conversación, de varias
Si ya estás en ese trabajo y querés negociar un aumento, asegurate de que esta conversación no sea algo que surja de la nada. Lo que muchas veces cuesta es lo abrupto de la conversación. Si tenés revisiones anuales, usalas para hablar de tu crecimiento. Esto hará que el tema surja de manera más natural y te permitirá establecer expectativas claras.
Por otro lado, usa estas revisiones para entender cuál es el plan de la empresa. ¿Hacia dónde se dirige? ¿Cómo encajás en el contexto de la compañía? Mostrar interés y curiosidad por el negocio más allá de tu puesto te va a ayudar a tener una visión más completa, y entender cómo hacer el pitch para tu aumento.
Entender el timing
Muchas empresas tienen un presupuesto anual para aumentos y ajustes salariales, que se define en momentos específicos del año. Suele cambiar depende el negocio, pero por lo general es en octubre. Si estás pensando en pedir un aumento, es clave que lo hagas cuando el presupuesto aún está en discusión y antes de que se tome una decisión final. Poné en el radar que estás esperando un aumento, construyendo un caso sólido para esto.
Se puede negociar más que dinero
El salario es solo una parte de la ecuación cuando se trata de negociar tu trabajo. Existen muchas otras cosas que podés negociar además del dinero: horarios flexibles, días adicionales de vacaciones, un título, comisiones por ventas, acciones en la empresa, oportunidades de capacitación, mentorías. Mil cosas más. Pensá en cómo estas negociaciones pueden ayudarte a avanzar hacia tu meta más grande, la que mencionamos en el primer punto.
No te atrases donde no te quieren
Muchas veces, las mujeres perdemos tiempo tratando de convencer a los demás de por qué merecemos reconocimiento. Esto puede llevar a una lealtad mal dirigida, donde seguimos en un lugar que no aprecia nuestro verdadero potencial. Somos fieles con quién no lo merece (funciona a varios niveles esto, ¿no?) y a veces perdemos años vitales de nuestras carreras dándolo todo y más, en el lugar equivocado. No sé quién necesita hoy escuchar esto, pero si no ven tu potencial, buscá otros rumbos. No te conformes con menos de lo que mereces. Como diría Ariana Grande: thank you, next. Y aparte, los mejores aumentos de sueldo se dan cuando cambiás de trabajo.
Amiga, todo muy lindo, pero ¿cómo calculo cuánto pedir?
Por lo general, Amiga suele seguir esta regla:
Precio del mercado: Investigá cuánto se paga por roles similares en tu área. Si no estás segura, hacé un research entre colegas, foros, amigos, etc.
Tu valor agregado: Hacé una lista de todo lo que te hace única en tu trabajo: habilidades, experiencias y logros. ¿Tenés una relación estrecha con un cliente importante? ¿Cuánto vale esa relación y qué porcentaje sería justo pedir por ella? ¿Tenés un skill que poca gente maneja? Averiguá su valor en el mercado. ¿Hacés tareas fuera de tu descripción que mejoran la cultura de la empresa? Pensá cómo eso debería impactar en tu sueldo. Anotá todo, poneles un valor y luego sacá un promedio para entender tu verdadero valor agregado.
Beneficios que construyan tu carrera a largo plazo: Negociá pensando en cómo esta negociación puede impulsar tu carrera: más responsabilidades, liderazgo, o crecimiento. Todo lo que te ayude a avanzar es un beneficio a largo plazo.
Sé que a veces es difícil determinar el precio del mercado, o el valor agregado, por todos los motivos que venimos hablando acá, así que les propongo algo: ¿qué tal si hacemos un mini consultorio de negociación de sueldo?
Cuando estén trabadas en cuánto pedir, me escriben comentando su caso, especificando la geografía (muy importante, ya que somos muchas Amigas bastante diversas) y lo tratamos de resolver entre todas, ¿les parece?
Cada mes tendremos nuestro consultorio de negociación, así que estate atenta.
Y hasta acá llegamos, Amigas. Sé que les tiré mucha data y tareas.
Es que el tema es enorme, y el formato de newsletter se queda corto. Pero no se preocupen, que vienen más consejos y hasta conversaciones literales para usar en sus negociaciones, en la guía que sale en las próximas semanas.
Se me cuidan, y nos leemos pronto. 👋
Glosario: El September Effect
El September Effect, como su nombre lo indica, es una tendencia observada en los mercados donde las acciones tienden a bajar en septiembre más que en otros meses del año. Nadie sabe exactamente por qué pasa, pero hay algunas teorías:
Psicología de los inversores: Los inversionistas se ponen nerviosos en este mes por el historial de caídas previas, lo que provoca que vendan más acciones, ya sabiendo que se viene un mes movidito.
Cierre fiscal de las empresas: Algunas empresas cierran su año fiscal en septiembre, lo que podría llevarlas a hacer ajustes o ventas de acciones para cuadrar balances.
Vuelta a la actividad: Después del verano del hemisferio norte, muchos inversionistas vuelven de las vacaciones y venden sus acciones, ya sea porque necesitan el dinero, o para balancear su portfolio.
Fofocas del mercado
Kamala Harris fue la ganadora del debate presidencial, por unanimidad. Las encuestas también se estarían inclinando más hacia Harris, pero esto mismo también pasó en el 2016, y ganó Trump así que, cautela. Muchas economías están pendientes de que gane uno u otro, a seguir de cerca qué pasa.💡 Por otro lado, Trump perdió el debate, también en la bolsa. Las acciones de su empresa cayeron un 16% en un sólo día.
NVIDIA se recuperó de las caídas de las semanas pasadas, subiendo un 16% la semana pasada. 🔍 Hablar de caída en una acción que ha ganado más de un 161% este año parece absurdo, pero vale seguir atentas, ya que gran parte del sector de IA depende del sentimiento del mercado sobre esta compañía.
El Banco Central Europeo bajó las tasas de interés por segunda vez este año para estimular la economía. 💡 Esto ocurre mientras la inflación europea se acerca a la meta del 2%, aunque el crecimiento económico en la eurozona sigue siendo lento.
Hay mucha expectativa en torno a la próxima reunión de la Reserva Federal de Estados Unidos este miércoles. 🔍 ¿Por qué es importante? Si la Fed reduce las tasas de interés más de lo esperado, podría impulsar el mercado de acciones, ya que los inversores lo verían como un estímulo económico. Sin embargo, también podría ser una señal de que la economía está en peor estado de lo previsto, generando incertidumbre. Este artículo explica las posibles consecuencias de cada escenario.