¡Hola Amigas! 👋
¿Cómo están?
Por acá, ya casi con un pie en Turquía, donde parto mañana para hablar de este proyecto. Complicadito el tema dinero y mujeres en ese país. Estoy acostumbrada a que muchos hombres en la audiencia se levanten cuando hablo del tema, pero me parece que esta vez voy a batir todos los récords. Prendan una velita para mi, otra para Kamala Harris. 🕯️🕯️
La semana pasada hicimos un vivo sobre negociación con las Amigas de MedioMundo. Un poco accidentado al principio (¿dónde está Myriam?!), pero después se puso bueno.
Esta es la primera de muchas conversaciones que tendremos sobre dinero y pareja. Tema con mucha, muchísima tela para cortar, por lo que vamos a separar esta conversación en varias partes.
Hoy, vamos a abordar un tema que muchas veces se pasa por alto en la conversación de dinero y pareja: la violencia económica. Fue muy movilizante escribir sobre este tema, y estoy segura de que también lo será para ustedes al leerlo. A veces me pregunto si está bien compartir tanto, pero siempre llego a la misma conclusión: sí.
El problema del mundo de las finanzas es que se siente abstracto, sin caras, ni historias. Sin embargo, cada una de nosotras vive este tema todos los días. Le pone el cuerpo, de mil maneras diferentes.
Después se viene la parte dos, donde analizaremos diferentes escenarios sobre cómo manejar las finanzas en pareja, y un par de herramientas para facilitar esta conversación, que suele ser incómoda pero es absolutamente crucial.
Disclaimer: Hoy vamos a hablar de un tema que puede resultar intenso. Si creés que esto puede tocar fibras sensibles o afectar tu bienestar, te recomiendo que consideres dejar de leer acá. Si necesitás ayuda con este tema, el primer paso puede ser hablar con personas de confianza a tu alrededor. Además de buscar asesoría legal o apoyo de especialistas, para entender tus opciones y sentirte más segura.
Dicho eso, allá vamos.
Según el último informe del Banco Mundial, aproximadamente 740 millones de mujeres no tienen acceso a servicios financieros básicos como una cuenta bancaria o una tarjeta de débito.
Esta falta de acceso a cuentas propias y a servicios financieros básicos ejerce una forma de violencia económica estructural hacia nosotras, y lo peor, nos hace aún más vulnerables a situaciones de abuso o violencia económica. Sin un lugar donde gestionar nuestro dinero, nos quedamos atrapadas, con pocas alternativas para salir de situaciones difíciles.
La dependencia económica limita la autonomía de las mujeres y puede reforzar dinámicas de poder desiguales dentro de la pareja, donde quien controla los recursos financieros, puede terminar controlándolo todo.
Hace poco, se dio una conversación espontánea sobre las dinámicas de pareja y dinero en el Instagram de Amiga, a raíz de este video de este simpático viejito que contaba que su mujer “lo dejó todo” por él. El debate estuvo buenísimo, y surgieron varios puntos de vista, entre ellos:
“¿Y qué si ella no quiso no trabajar más?”
“Tampoco romanticemos tener una carrera”.
“Déjenla en paz con su elección.”
Si bien estas respuestas son bienintencionadas, ponen de manifiesto la complejidad de este debate.
¿Hasta qué punto es realmente una “elección” depender económicamente de otra persona, en un contexto donde el sistema impone claras barreras que dificultan la independencia económica de las mujeres desde el vamos?
Nuestras decisiones están teñidas de un entramado de expectativas sociales tan profundamente arraigadas que rara vez las cuestionamos.
Nos educaron para sacrificarnos, para definirnos en función de cuánto podemos entregar, sin esperar nada a cambio.
Pero cuando alguien te pide que lo ‘dejes todo’, ¿qué es, en el fondo, lo que está exigiendo? ¿Por qué? Y lo más importante, ¿qué estás entregando?
Esta dependencia, a menudo disfrazada de elección (y con la ayuda de Hollywood, un poco de romanticismo) crea un terreno que, aunque no siempre, puede ser fértil para la violencia económica, que a veces puede estar más cerca de lo que pensamos.
Les voy a contar la historia de una pareja, que ejemplifica bien esta dinámica.
Vamos a llamarlos, A y G.
G es modista, con su taller, sus clientas de toda la vida. G conoce a A, se casan, deciden tener hijos. A ganaba más, pero G tenía su buena clientela. Cuando G quedó embarazada, y por estricto pedido de A, dejó de trabajar “para afuera”, como le decía ella.
A lo largo de los años, a A le fue bastante bien en el trabajo. Sin embargo, G no tenía acceso directo al dinero ni participaba en las decisiones económicas importantes. No tenía cuenta de ahorro propia ni un papel que llevara nada su nombre. Un día, A dejó su trabajo para emprender sin decirle nada a G, pero el negocio fracasó rotundamente. Luego, A se endeudó sin consultarle, y todo se vino abajo. En ese momento, G sintió una inmensa desesperación: sin recursos y después de 20 años fuera del mercado laboral, estaba completamente desamparada.
Con el tiempo, las cosas se estabilizaron, pero A continuó manejando las finanzas por su cuenta. Cuando A falleció, G no sabía ni la clave del cajero, ni cuánto dinero había, ni tenía nada a su nombre.
A y G son mi papá y mi mamá.
Y esta historia, que para mi era lo más normal del mundo, hoy entiendo que califica como violencia económica.
–Ay, lo que me costó escribir eso–.
La violencia económica es tan común y culturalmente aceptada que pasa desapercibida, disfrazada de amor y cuidado, como si fuera menos grave que otros tipos de abuso, pero no lo es.
Es fácil ver la violencia económica como algo lejano o como algo que solo les pasa a otras personas. Y que son perpetradas por ogros, los malos de la película, no por nuestros padres, tíos, amigos, gente que queremos.
Quiero ser clara: no comparto esta historia para demonizar a mi padre, sino para que reflexionemos juntas. Su intención siempre fue que no nos faltara nada, que nos protegiera de las carencias que él mismo experimentó. Creo es un poco la radiografía de una época: para él, tomar decisiones en solitario era la norma, convencido de que así debía actuar un hombre. Mi intención es ofrecer una reflexión que nos invite a cuestionar estas dinámicas, hoy, en pleno 2024.
Entonces, ¿qué es la violencia económica?
La violencia económica (VE) se caracteriza por el control o la restricción de los recursos financieros de una persona, limitando así su libertad y autonomía. Es uno de esos tabúes que persisten en nuestra sociedad, especialmente cuando afecta a las mujeres, quienes históricamente han estado al margen de la conversación financiera.
Es una realidad tan común que se disfraza de “normalidad,” integrándose de manera casi invisible en nuestras relaciones.
El control financiero sigue enmascarado en gestos que parecen amorosos o protectores, bajo frases que suenan reconfortantes como “dejá, yo me encargo de todo,” “vos no tenés que preocuparte por eso,” o “confiá, para eso estoy yo.” Esta fachada permite que el abuso se arraigue sin ser cuestionado, camuflado en una idea de “cuidado” que, en verdad, es una forma de control.
La violencia económica no es cosa del pasado, ni exclusiva de nuestras madres o abuelas. Hoy en día, en España, uno de los pocos países donde hay estadísticas sobre este tema, el 27% de las mujeres que están en pareja viven alguna forma de violencia económica.
No digo que en una pareja no puedan existir acuerdos en los que una persona lleve más la voz cantante en las finanzas por tener más conocimiento. Sin embargo, el problema surge cuando ese monopolio de la información genera un vacío, y una persona controla todo mientras la otra recibe apenas lo que le informan. Y casi nunca es una mujer quien lleva ese control; al contrario, muchas veces son las mujeres las que quedan al margen, confiando en lo poco que les comunican.
Así, cuando ambos no tienen acceso a los mismos recursos ni a la misma información, y las decisiones no se toman en conjunto, empiezan a aparecer esas señales de alerta —las 'red flags'— que no siempre reconocemos de inmediato.
Caro Aguirre aborda esta realidad en la serie Envidiosa, donde retrata a Lu Pedemonte, una mujer completamente atrapada bajo la fachada de “seguridad”. Eso de firmar sin leer, confiar, dejar que otro maneje todo “por nuestro bien”... Son actitudes que parecen inofensivas, pero que en realidad nos invisibilizan y vulneran.
Ahora desmenucemos algunas de estas formas de violencia económica más comunes, y cómo se manifiestan. Pueden consultar la lista entera acá.
Control económico: El agresor bloquea el acceso de la víctima a la información financiera, limitando así su capacidad para tomar decisiones económicas. Puede ocultar o controlar el dinero y también obligar a la víctima a pedirle dinero cada vez que necesita algo, ya que no tiene otro medio de acceso. También suele tomar todas las decisiones económicas importantes, administra propiedades, cuentas y negocios familiares sin incluirla en el proceso.
Es el tipo de control más común y, tal vez, el más difícil de ver, porque a menudo se camufla en la dinámica más tradicional de pareja, y se normaliza en nuestro desconocimiento del dinero.
Explotación económica: Aquí, el agresor se apropia intencionalmente de los recursos económicos de la víctima. Puede utilizar su dinero o tarjetas, quedarse con propiedades, o abrir líneas de crédito a su nombre sin su consentimiento. Este control total sobre la economía de la pareja no solo impide que ella gestione sus recursos, sino que puede incluso incluir un mal manejo intencional de las finanzas, dejándola sin recursos.
Recientemente, salió a la luz en los medios el caso de una modelo argentina, Julieta Prandi, un ejemplo claro de este tipo de abuso.
Sabotaje laboral: esta forma de VE se manifiesta cuando el agresor interfiere en la capacidad de la víctima para obtener o mantener un empleo. Esto puede incluir desalentarla, minimizar, ningunear, o menospreciar su trabajo, afectando su desarrollo profesional. Este sabotaje es especialmente común cuando una mujer comienza a ganar más dinero que su pareja.
Este tipo de violencia, lamentablemente, la viví a mis veinti-pocos.
Recuerdo cómo un ex (bastante más grande que yo) empezó a sabotearme psicológicamente, intentando minar la seguridad que tenía en mi trabajo, justo en el momento en que comencé a ganar más dinero.
Parecía que, al hacerme sentir pequeña, podía restablecer su autoridad, aferrándose a esa jerarquía que tanto necesitaba para sentirse “el hombre” de la relación. Como si el simple hecho de que yo creciera y ganara autonomía fuese una amenaza para su rol, un cuestionamiento a su idea de poder.
Cuando le contaba cosas de mi trabajo, me soltaba frases como:
No sé por qué te llaman, si no valés nada.
La verdad, te pagan demasiado por lo que sos.
Realmente, no entiendo qué te ven.
Fueron unos meses largos, plagados de estos comentarios nefastos, hasta que finalmente lo mandé a freír churros, antes de que todo escalara a un abuso mayor, como controlar mi dinero. Porque muchas veces, así se empieza. Pero esas cicatrices permanecen. Cuesta mucho volver a confiar, a contar cuánto ganás, a querer compartir con otro. Cuando una mujer gana más, las dinámicas de poder en la pareja pueden cambiar, para mal. De hecho, no me asombra para nada que, cuando las mujeres ganamos más, las chances de divorcio sean más altas.
La VE es de las formas de violencia más difíciles de salir, porque sin dinero, ¿a dónde vas? Con la autoestima socavada, ¿dónde conseguís trabajo? Esta violencia no sólo te deja sin recursos; te aísla, te va vaciando de confianza, de posibilidades.
Por eso la conversación sobre dinero es tan clave, tan importante.
El dinero es crucial para nuestra integridad, es lo que nos permite salir de trabajos que nos menosprecian, de parejas de mierda, de vidas que no queremos tener.
No es sólo una charla más; es una cuestión de autonomía, de dignidad, de no aceptar menos de lo que merecemos. El dinero no es trivial, ni egoísta, ni “individualista”, como dicen por ahí; el dinero es la base sobre la cual construimos nuestras decisiones, todos nuestros “sí” y, aún más importante, todos nuestros “no.”
Todos los “no” que son importantes para nosotras.
Porque tener dinero propio es tener poder, el poder de elegir qué vida queremos y cuáles no estamos dispuestas a tolerar.
Nos vemos en la próxima, Amigas. 👋👋👋
Fofocas del mercado
Casi que deberíamos llamar a esta sección "Fofocas de las elecciones en Estados Unidos". ¿Se puede hablar de otra cosa? Me tiene completamente sin dormir. Es que una de las grandes economías del mundo esté al borde de un cambio tan extremo no es grave, es distópico, directamente. 🔍 Todo está en juego: los derechos de las mujeres (que siempre parecen una prioridad “secundaria”), la crisis climática (lo vimos esta semana en Valencia con la DANA: no es “exageración”, es una realidad), la independencia del Banco Central. Cualquiera que sea el resultado, ya hemos normalizado un nivel de violencia, caos y toxicidad que apenas nos sorprende. Crucemos los dedos.
TGI Fridays se declara en bancarrota... Un sábado. La cadena de restaurante TGI Fridays se acogió al Capítulo 11 de bancarrota durante el fin de semana, en un giro de ironía cruel del destino.
Me gustó mucho esta nota de El País explicando el carry trade de Argentina, y los riesgos de la “bicicleta financiera”. 💡 Viene bien consultar medios internacionales para obtener una perspectiva más clara, y objetiva sobre asuntos locales.
Amiga, me gustó mucho esta entrega. Un tema que me toca personalmente y que también estaría bueno que se trate es el de las familias ensambladas y el dinero . Lo tiro como tema a explorar.
Gracias por contar tu historia y por toa esta info! yesss hablemos de dinero, de la ambición, de poder decir "no" o "si" :) cuando querramos