Hola, Amigas 👋
¿Cómo están? Yo, por acá, en modo pulpo: terminando el libro, lidiando con comentarios de los machirulos en el IG, y soñando con tener tres clones. Pero juro que el libro existe, no es un mito urbano. Está en camino. Ya casi. Como esa amiga que siempre llega “en 5 minutos”.
Entre las noticias de la semana, les anuncio que se viene el podcast. Este proyecto viene pidiendo micrófono desde el día uno. Por otro lado, con unas amigas de la comunidad estamos pensando en armar una serie de encuentros/cursos para hablar de estos temas en profundidad. Por eso, les dejo un formulario con algunas preguntas.
Esta edición es un poco diferente. No vamos a cubrir las noticias porque esta es LA noticia de la semana, pero agrandé la parte del glosario porque el tema lo amerita.
Ahora sí, sin más preámbulos, vamos a lo que nos convoca.
Una corrección de mercado es un ajuste natural que ocurre cuando los precios de las acciones caen un 10% o más desde su punto más alto reciente. Y esto fue lo que sucedió en Wall Street la semana pasada. Una corrección es una forma de reequilibrar las cosas después de un período de subida muy rápida y, aunque puede ser incómoda, no es motivo para entrar en pánico.
Aunque los titulares gritaron "crisis", “recesión”, “pánico”, la realidad es que una corrección es mucho más común de lo que una cree. Y si bien muchas fueron la antesala de recesiones, no siempre es el caso. (Y siempre recordá: los medios necesitan drama porque necesitan escribir muchos caracteres todos los días).
¿Incómodas? Sí. ¿Necesarias? Definitivamente. Porque si todo subiera sin freno, ahí sí estaríamos en problemas. Eso se llama burbuja, y cuando explotan… no es divertido.
Por eso siempre digo: preocupate cuando el mercado parece invencible, no cuando se toma un descanso.
Pensá una corrección como una pausa necesaria después de una comilona. El mercado tomándose una Hepatalgina, y echándose una mini siestita. Algo así. Dicho todo eso, lo preocupante de esta corrección no es la caída en sí, sino dónde está concentrado el problema esta vez.
El S&P 500: ¿un índice diversificado o un ETF de tecnología?
Tradicionalmente, el S&P 500 reflejaba la economía estadounidense en su conjunto: bancos, minoristas, manufactura, energía. Hoy, es más bien un ETF de tecnología con algunos extras. (Ya les explico en el glosario qué es un ETF, no desesperen).
Las "Magnificent Seven" —Apple, Microsoft, Nvidia, Amazon, Google, Meta y Tesla— representan un 30% del índice. En otras palabras, cuando estas empresas están de fiesta, el S&P 500 vuela. Si una se tropieza, todo el mercado se va de cara.
Esto no sería tan grave si no fuera porque millones de personas —inversores pequeños, grandes fondos, jubilaciones, vos, yo, tu vecina— invierten en fondos indexados que replican al S&P 500 como si fuera la opción sensata, el “modo piloto” de las inversiones. Spoiler: ya no es tan mixto, ni tan tranquilo. Porque lo que antes era diversificación, hoy es sobreexposición a siete empresas que, si bien son gigantes, también son todo menos estables. Recordemos que la tecnología no solo viene con promesas de productividad eterna, también trae drama (mucho), hype (otro tanto), caídas libres, y CEOs con complejo de mesías.
Sí, se puede argumentar que este desbalance tiene cierta lógica: la tecnología se metió en absolutamente cada aspecto de nuestras vidas. Define cómo compramos, cómo trabajamos, cómo nos comunicamos (o nos peleamos), y hasta cómo nos deprimimos. Pero ojo: que algo esté en todos lados no lo hace automáticamente estable. De hecho, suele ser al revés. Entonces, cuando un solo sector empieza a sostenerlo todo, cualquier sacudón puede tirar abajo la estantería entera.
Hablemos ahora de uno de los grandes responsables de esta corrección.
Tesla: de estrellita a problemón
Tesla, esa empresa que durante años fue tratada como la Beyoncé del mercado, hoy parece más bien una banda de one hit wonder que está tocando en un casino de Las Vegas a las tres de la tarde. Las acciones se desplomaron más de un 50% en lo que va del año, y la caída no es por una única razón, sino por una colección preciosa de decisiones dudosas, ego desmedido e incompetencia.
Primero lo obvio: Elon Musk.
Finalmente, los inversores se dieron cuenta de que el CEO está más entusiasmado con su nuevo rol en el gobierno más que vender autos. Mientras Tesla enfrenta una competencia feroz, márgenes de ganancia cada vez más ajustados y empleados agotados, Musk está ocupado haciendo literalmente cualquier cosa que no tiene que ver con vender autos.
Después, los descuentos.
Para mantener las ventas a flote, Tesla empezó a bajar precios como si fuera un outlet. Esta estrategia no solo lastimó los márgenes de ganancia, sino que también dejó a la vista que Tesla ya no tiene ese je ne sais quoi que le permitía cobrar lo que quería. Ahora compite con marcas chinas que hacen autos eléctricos igual de buenos, más baratos, y sin CEOs que parecen salidos de una distopía de ciencia ficción.
Y como si fuera poco, el revival ultraderechista.
Entre saludos con simbología fascista, teorías conspirativas y discursos de odio, Elon Musk logró algo difícil: espantar a consumidores en Europa y en EE.UU. a la vez. Las ventas en el viejo continente cayeron estrepitosamente y, en un giro digno de Black Mirror, hay gente prendiendo fuego sus Teslas como protesta. Sí, prendiendo fuego. Porque Elon Musk no solo es un “CEO polémico”, es un CEO que hace que sus clientes se avergüencen de su propia compra. Como resultado, Elon Musk se ganó un récord histórico: la mayor pérdida de fortuna personal jamás registrada. Al parecer, ser un idiota peligroso no solo te convierte en meme, también en un caso de estudio sobre cómo perder dinero. Porque ya sabemos cómo funciona esto —el mercado te deja jugar con fuego un rato, pero tarde o temprano te pasa la factura. Y la de Elon llegó con IVA, intereses, y un toque de olor a quemado.
Las tarifas de Trump: otra vez sopa
Esta historia ya la vimos y, francamente, no tuvo un buen final. Trump vuelve con sus tarifas—25% al acero y aluminio, amenazas de un 200% al vino y el champán europeos, para empezar hablar—como si en su primera presidencia no hubiéramos aprendido nada. Porque sí, ya lo intentó en 2018 con su guerra comercial contra China, y el resultado fue... mediocre, por decirlo de una manera elegante. Las fábricas estadounidenses no resurgieron, los consumidores terminaron pagando más por todo y, al final, muchas de esas tarifas se renegociaron o quedaron en la nada.
Pero ahora, en esta segunda temporada, Trump quiere probar la misma estrategia. La lógica es la misma: "castigar" a los países que (según él) “se aprovechan” de EE.UU., como si la economía global fuera un partido de fútbol y no un sistema donde todos dependen de todos.
Es una estrategia que mezcla bullying con nostalgia mal entendida y una torpeza monumental. Porque en un mundo donde las cadenas de suministro están más enredadas que los dramas de White Lotus, pretender cortar relaciones comerciales como quien bloquea a un ex en Instagram es, como mínimo, ingenuo.
El comercio global no es un "nosotros contra ellos", y la economía no se maneja con amenazas en Twitter. Es un dominó: subís tarifas, encarecés productos, las empresas ajustan márgenes o trasladan el costo al consumidor, la inflación se recalienta y, al final, la cuenta la paga la gente. Pero claro, es más fácil vender el discurso de “proteger empleos americanos” que admitir que, en la práctica, lo que hacés es vaciarles el bolsillo.
Por eso, no es casualidad que las acciones se hayan ido en picada tras los anuncios. Los inversionistas ya vieron esta película en 2018 y saben que no termina bien. De hecho, Wall Street odia la incertidumbre más que cualquier otra cosa. Prefiere una mala noticia confirmada que un vaivén de medidas anunciadas en Twitter y canceladas el día siguiente. Porque lo que hoy es un 25% al acero, mañana puede ser una represalia de la UE, y pasado, quién sabe qué. Y esto nos lleva al único adulto responsable en la sala: Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Si no lo tienen en el radar, deberían. Powell (sí, ya hablamos de este señor en este newsletter) fue el único que en la conferencia de prensa de la semana pasada trajo algo de cordura a la discusión. Algo que, en estos tiempos de pánico bursátil y economía de Twitter, debería considerarse casi un servicio público. Powell está haciendo control de daños. Mientras todos corren en círculos, él pone los datos sobre la mesa, sin opiniones ni especulación.
¿Cómo puede ser que se vuelva a tropezar con la misma piedra?
Hay un viejo dicho que dice: "El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". Pero viendo cómo se manejan algunas decisiones económicas, pareciera que no solo tropezamos, sino que insistimos en levantar la piedra y llevarla a todos lados como si fuera un amuleto.
Es un misterio digno de un thriller económico: ¿cuántas veces más necesitamos ver que estas políticas no funcionan para entender que no llevan a ningún lado? ¿Cuánto más vamos a ignorar la evidencia antes de aceptar que insistir en lo mismo, esperando un resultado distinto, es la receta perfecta para el fracaso?
Es difícil no trazar un paralelismo con este artículo del FT sobre cómo los humanos estamos perdiendo la capacidad de procesar información. Nos enfrentamos a una desconexión alarmante entre lo que sabemos y lo que hacemos: tenemos todos los datos, todas las advertencias, todos los antecedentes… y aun así, seguimos eligiendo el camino equivocado, como si la historia fuera un menú y siempre pidiéramos el peor plato de la carta. Pero acá estamos, escuchando, reflexionando. Porque mientras el mundo insiste en tropezar con la misma piedra, al menos nosotras todavía podemos reconocer que es la misma piedra de siempre. Y si algo cambia esta vez, ojalá sea nuestra capacidad de esquivarla.
Nos leemos la próxima. 👋
Glosario financiero
ETF (Exchange-Traded Fund): Es un tipo de fondo de inversión que se compra y se vende en la bolsa, de la misma manera que las acciones. Lo bueno de los ETFs es que te permiten invertir en una gran cantidad de activos (acciones, bonos, bienes raíces, etc.) de manera diversificada sin tener que comprar cada uno por separado. Son como una canasta de inversión: en lugar de comprar una sola acción, comprás una mezcla que refleja un índice, sector o mercado específico.
Recesión: Es lo que ocurre cuando la actividad económica se contrae durante un período prolongado, generalmente dos trimestres seguidos. En la práctica, esto significa menos consumo, menos inversión y más desempleo. Empresas y personas gastan menos, lo que crea un efecto dominó: si la gente no compra, los negocios ganan menos, entonces contratan menos o despiden empleados, lo que reduce aún más el consumo… y así se genera un ciclo negativo.
Bull Market (mercado alcista): Es cuando los mercados financieros están en alza y el optimismo predomina. Los precios de las acciones y otros activos suben de manera sostenida, las inversiones crecen y la economía se siente fuerte. Se llama así porque el toro (bull) embiste hacia arriba con sus cuernos, simbolizando el crecimiento.
Bear market (mercado bajista): Lo contrario del bull market. Es cuando los mercados están en caída y la confianza se desploma. Se considera un bear (oso) market cuando los precios han bajado al menos un 20% desde su punto más alto y los inversionistas entran en modo "rajemos de acá".
Una cuestión de lenguaje
Si te fijás, muchos términos financieros están llenos de imágenes y términos agresivos: el toro que embiste, el oso que ataca… Este lenguaje viene de un mundo que, por mucho tiempo, fue dominado por hombres y que trata la economía como si fuera un campo de batalla. Es interesante pensar cómo estas palabras influyen en cómo entendemos este mundo, y nuestra relación con él.
Necesito más!!
¡Gracias por traer luz a nuestras vidas! ¡Espero con muchas ansias el podcast y el libro!