Hola Amigas. 👋
¿Cómo están?
Por acá todo bien, viviendo un pequeño romance con la prensa, y un poco lo contrario a un romance con un montón de hombres que están muy enojados con que estemos hablando de estos temas, a los que les dediqué esta carta abierta. Ladran, Sancho.
Quiero darles la bienvenida a todas las nuevas amigas que se sumaron estas últimas semanas. ¡Qué alegría tenerlas acá! Si quieren ponerse al día, pueden ver todo de lo venimos hablando en el archivo del newsletter.
Les cuento que estoy terminando el libro, ya con las últimas correcciones, y empezando a delinear ideas para un segundo (o quizás tercero). El evento que hicimos en Buenos Aires fue un éxito (hablamos CUATRO HORAS), ya viendo cómo replicarlo en diferentes formatos y geografías.
Como les conté desde el principio, este newsletter es (y seguirá siendo) gratuito. Pero ahora incorporé una opción para quienes quieran contribuir. Si disfrutan del contenido y desean apoyar el trabajo de una mujer que apuesta por hablar de temas incómodos (pero necesarios), ahora pueden hacerlo. Quiero dejar algo claro: no es obligatorio ni afecta el contenido que reciben. Mi propósito siempre fue democratizar este conocimiento que, durante siglos, estuvo en manos de unos pocos.
Sin más, vamos a esta edición.
Si les gusta, porfi compártanla con sus amigas.
Debo confesarles algo: empecé a escribir este newsletter el día después de que ganó Trump 🥕.
No les voy a mentir, estaba bastante enojada. Pero como todo enojo, cuando no te quedás con el arrebato, y lo dejás medio a baño María, las emociones decantan. Y eso es lo que les traigo hoy: una reflexión un poco más reposada.
Ahora bien, ¿esto significa que no podemos enojarnos? Para nada. De hecho, siempre digo: amiga, si no estás enojada, es que no estás prestando atención. Porque hay muchas razones para estar indignadas con el mundo tal como está.
Pero siempre hay algo más detrás del enojo de la gente. No todo se puede resumir a “son todos hombres blancos red pill que nunca votarían a una mujer”. Sí, claro, existen, pero no son la única razón por la que puede ganar un tipo como Trump. Tampoco alcanza con tirar frases de manual como “la gente está manipulada por un algoritmo”. Decir eso es un síntoma de nuestra propia desconexión.
Tiene que haber algo más. Y creo que en este caso, definitivamente hay algo más. Porque la data habla. Siempre hay algo detrás del voto de la gente: frustraciones, miedos, desigualdades no resueltas.
Un político como Trump no aparece de la nada —y no gana de la nada— sino que es un síntoma de algo más profundo, algo que está roto, y que no vamos a entender si seguimos atrapadas en teorías simplonas.
Entonces, amigas, ¿por qué ganó Trump?
Vamos de las teorías más simples, a las más complejas.
El problema de la autoridad femenina
Empecemos con lo obvio: las reglas del juego no son iguales para mujeres y hombres cuando hablamos de poder. El libro The Authority Gap lo explica perfectamente: vivimos en una sociedad que evalúa a las mujeres con un estándar mucho más alto que a los hombres, especialmente en roles de liderazgo. Un hombre como Trump, que llega al poder procesado, con múltiples bancarrotas, acusaciones graves y conexiones cuestionables (hola, Epstein), no solo mantiene su relevancia, sino que es percibido como un líder audaz. ¿Por qué, se preguntarán?
Porque la sociedad tiende a romantizar la osadía masculina, incluso cuando roza la incompetencia o la ilegalidad.
Harris no tuvo margen para cometer errores, y tuvo que hacer la campaña en tiempo récord. Cualquier resbalón fue amplificado mientras que sus logros (como su contundente desempeño en el debate presidencial) fueron ignorados o minimizados. La narrativa dominante era: “Kamala no convence”. Entonces, el señor que está procesado, ¿sí? ¿Entienden la doble vara?
Por otro lado, Harris apostó fuerte al electorado femenino, como defensora del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, especialmente después de la anulación de Roe vs. Wade como derecho constitucional. Esta jugada parecía sólida en teoría: una defensa clara de los derechos reproductivos podía movilizar a un sector crucial del electorado. Pero, en la práctica, la jugada no resultó como se esperaba. Muchos estados decidieron abordar la temática a nivel local, con referéndums específicos sobre el tema. De esta forma, los votantes pudieron expresar su postura sobre el aborto sin necesidad de comprometer su voto para presidente, lo que diluyó la intención de voto para Harris.
Igual, ya desde el vamos, sólo un 18% de los estadounidenses considera que sería fundamental ver a una mujer como presidenta algún día. O sea, no es que el país esté taaaaaaan comprometido con el progreso femenino en términos políticos, ¿no?
Ahora, vamos por los menos obvios…
El mito de los republicanos “pro mercado”
Ah, “el mercado”. Ese concepto casi místico que a menudo se invoca como un oráculo que sabe qué es lo mejor para todos. Wall Street ya había apostado por Trump; eso era claro. No porque sea un líder particularmente eficiente o popular, sino porque lo conocen. A pesar de su caos, su estilo polarizante y su retórica incendiaria, los inversores ya saben más o menos cómo jugar el tablero bajo su administración. O sea, hay una cierta predictibilidad dentro de su imprevisibilidad.
Pero la realidad es que el rendimiento del mercado americano no se mueve tanto por el color del gobierno: es completamente agnóstico a él. No le importa si gobiernan los republicanos o los demócratas, y hay data dura que lo demuestra. Así y todo, existe un sesgo que persiste como si estuviera gravado en piedra: “los republicanos son mejores con la economía”. ¿Por qué? Porque las narrativas importan. Los republicanos han logrado posicionarse como los guardianes de “la economía” gracias a slogans como “America First”, “Make America Great Again”, y políticas que favorecen a las grandes empresas, como recortes de impuestos y desregulación. Estas medidas tienden a generar picos a corto plazo que hacen que el mercado celebre. Sin embargo, este veranito de Wall Street no duró mucho. El riesgo de inflación y tarifazos, mezclado con un liderazgo de Trump cada vez más impredecible están erosionando esa confianza inicial.
Fallas graves en la comunicación
¿Quieren saber exactamente cuándo supe que Kamala Harris había perdido? Fue el día en que apareció como invitada en un podcast feminista, hablando de temas que, aunque importantes, resonaban únicamente en el ecosistema de personas que ya la iban a votar. Mientras tanto, en el otro lado del ring, Trump estaba en un McDonald’s, sacándose fotos mientras freía papas, como si fuese un simple mortal.
Esa escena lo resume todo. Kamala hablándole a un público que ya estaba convencido, Trump metiéndose en el territorio de los trabajadores. Los demócratas, una vez más, se quedaron atrapados en su burbuja, hablándose a sí mismos.
Hay algo casi tragicómico en cómo los demócratas (y todos los partidos progresistas) manejan su comunicación. Es como si todavía vivieran en 2012, cuando invitar a Beyoncé y Lady Gaga a tu evento de campaña era una jugada maestra. Pero hoy, eso no solo no conecta, sino que además refuerza la narrativa del “elitismo liberal” que los republicanos han sabido explotar como nadie. Porque claro, si estás enojado por los precios del supermercado, lo último que querés escuchar es a una celebrity diciéndote a quién votar.
¿La gran ironía? Los demócratas tenían infinitamente más recursos que Trump. 400 millones de dólares en comunicación. Cuatrocientos. ¿Cómo hicieron para perder con eso? Como comunicadora, no puedo dejar de agarrarme la cabeza. Aunque, ojo, Elon Musk tuvo mucho que ver. No podemos ignorar el peligro que representa cuando personajes como él se acercan tanto al poder. Sin embargo, ese es tema para otro newsletter, porque lo que está pasando con Musk merece un análisis aparte.
El problema acá es más profundo: los demócratas no entendieron cómo conectar con su electorado. Mientras Trump simplifica (a veces en extremos absurdos, pero efectivos), los demócratas la complican. Mientras él grita slogans fáciles de recordar, ellos lanzan discursos interminables. Mientras él aparece en el McDonald’s, ellos organizan cenas de gala con tickets que cuestan más que el sueldo anual de la mayoría. Es un fracaso monumental de la empatía.
Trump ganó porque entendió algo básico: la percepción importa más que los hechos. Él puede ser un multimillonario que nunca vio ni una papa, ni una freidora en su vida, pero logró construir la imagen de líder cercano, alguien que “dice las cosas como son” (aunque muchas veces no lo sean). Mientras tanto, los demócratas se aferran a un modelo de comunicación anticuado, y están más preocupados por parecer intelectuales y codearse con celebrities, que por ofrecer soluciones a los problemas reales de la gente. (Algo que tristemente, creo que resuena en todos lados, ¿no?)
Desconexión entre la economía real y la data dura
Acá llegamos al punto que realmente quería elaborar (Me froto las manitos, y empiezo a tipear). Si miramos los números, Biden deja una economía fuerte. Crecimiento del PIB: check. Baja inflación: check. Consumo fuerte: check. Mercado laboral fuerte: check. Los números están ahí: recortes de tipo de interés hace poco, un mercado laboral que aguanta, y la bolsa, que viene de dos años de alegrías. Nada de esto suena a un desastre. Entonces, ¿por qué se va? ¿Por qué la gente dice que la economía es un desastre?
Porque para la mayoría, estos números no significan absolutamente nada. A la gente no le interesa que la inflación baje del 4% al 3,7% si los precios de productos básicos, como los huevos, se dispararon casi un 30%.
Por otro lado, sí, se sumaron más trabajos. Y sí, los números pueden parecer impresionantes en un titular: “El mercado laboral está fuerte, se crearon X miles de puestos de trabajo este trimestre.” Pero la pregunta es, ¿qué tipo de trabajos se sumaron? ¿De qué calidad? La data no cuenta la historia de la persona que tiene que trabajar tres turnos como repartidor para poder pagar el alquiler. Tampoco dice nada sobre el estrés de la mujer que ahora tiene un empleo en retail, pero tuvo que dejar a sus hijos en una guardería que le cuesta la mitad de su sueldo.
Esto nos lleva a una reflexión más profunda: un mercado laboral fuerte no significa un mercado laboral justo.
No es casualidad que estemos viendo uno de los mayores defaults de tarjetas de crédito en la historia de Estados Unidos. La semana pasada, este número alcanzó un récord histórico. ¿Qué significa esto? Que muchas personas ni siquiera pueden pagar el mínimo de sus tarjetas. Aunque el desempleo sea bajo, si los nuevos empleos no le permiten a la gente a llegar a fin de mes, ese dato es, en el mejor de los casos, un espejismo.
El problema de fondo no es solo que los sueldos no alcancen, sino cómo hemos normalizado esta precarización como parte del sistema. Hemos llegado a un punto donde tener trabajo no es garantía de nada. Es más, parece que tener dos o tres trabajos tampoco lo es.
Y aquí surge otra pregunta clave: ¿realmente el consumo está fuerte, o es simplemente la capacidad de endeudarse? Este récord en defaults del pago mínimo no es casualidad: es un síntoma de un modelo que pone a las personas en un ciclo infinito de supervivencia. Y lo peor es que esa misma data, la que celebra el "crecimiento" del empleo, también se usará para justificar que todo está bien.
Pará amiga, ¿entonces estás queriendo decir que los indicadores económicos actuales, son un poco mentirosos para hacer un diagnóstico de la economía real?
Y, un poco sí, amigas.
El problema es que los indicadores económicos que los políticos aman citar están diseñados para medir la economía, no la vida.
Porque, seamos sinceras, el único indicador económico que realmente importa hoy no es el PIB, ni el índice de empleo, ni siquiera la inflación general. Es lo que pagás en el supermercado cada vez que hacés las compras. La inflación es la única variable económica que no se puede esconder detrás de gráficos o discursos optimistas. Te golpea directo en el bolsillo. Y lo peor: no te la cuentan los medios, la sentís en primera persona, sin intermediarios.
Por eso me parecía una retórica un tanto tóxica cada vez que escuchaba "las mujeres van a dar vuelta la elección". Porque son justamente las mujeres las que tienen que lidiar con la suba de precios todos los días, las que hacen malabares para poner comida en la mesa. Hablarles desde una burbuja, como si no estuvieran lidiando con esta crisis en tiempo real, y decirles que voten igual que Beyoncé, es no haber entendido nada.
Entonces, los americanos no votaron en contra de Biden, sino contra la sensación de que nadie los escucha. Por eso tantos latinos se dieron vuelta, por eso tantas mujeres desdoblaron el voto, y por eso los indecisos eligieron arriesgarse con alguien disruptivo, porque prefieren la incertidumbre de un cambio a la frustración de sentirse ignorados. Así que sí, Biden perdió por el precio de los huevos. Pero también por algo más grande: porque, al final, los números nunca cuentan toda la historia.
Lo que se viene, lo que se viene
Esto da para un análisis mucho mayor, casi para otro newsletter entero, pero les tiro las tres más preocupantes —en mi humilde opinión—.
1. Tarifas altas de importación
Durante su campaña, Trump mencionó la posibilidad de aplicar aranceles del 10% al 20% a todas las importaciones, e incluso tasas más altas para productos específicos, como un 60% para productos provenientes de China y entre un 100% y 200% para automóviles mexicanos. Aunque se presenta como una medida para "proteger a las industrias locales" bajo el manto del nacionalismo, esta política tiene consecuencias directas en los bolsillos de la gente.
Más inflación: si todo se produce dentro del país, sin la competencia de productos más baratos o de mejor calidad que vienen del extranjero, los precios tienden a subir. Hablemos de LA IRONÍA de esto, cuando lo votaron por el precio de los huevos.
Inmigración: Las amenazas de subir los aranceles de importación buscan, entre otras cosas, presionar a México para reducir la migración hacia EE.UU. Sin embargo, estas medidas podrían tener el efecto opuesto. Si las fábricas en México cierran debido a los aranceles podría empujar a más personas a buscar oportunidades del otro lado de la frontera.
2. Volatilidad en los mercados
La administración Trump se ha caracterizado por tomar decisiones temperamentales, que generan incertidumbre en los mercados financieros. Su segundo mandato podría intensificar esta volatilidad. O sea, es Trump. Lo conocemos. Pero ahora viene por todo y está empezando a preocupar el nivel de cualquiercosismo de las cosas que está proponiendo, como las intenciones de "recuperar" territorios como Groenlandia, intervenir en el Canal de Panamá o “renombrar” el Golfo de México. Esto podría desencadenar conflictos diplomáticos y militares, aumentando la inestabilidad global, y con eso, la volatilidad del mercado. Se viene con todo Trumpistán.
3. Peligro para las instituciones
Bajo mi punto de vista, esto lo más grave de todo. La Reserva Federal (la Fed) siempre ha sido una institución clave en el control de la economía estadounidense. Sin embargo, bajo Trump, la independencia de la Fed ha sido un tema de controversia. Jerome Powell, presidente de la Fed, ha sido constantemente atacado por Trump, quien ha intentado presionarle para que baje las tasas de interés aún cuando la economía no lo requiere. Esta dinámica genera incertidumbre sobre la capacidad de la Fed para tomar decisiones sin interferencia política. Se acuerdan de lo importante que es esto, lo hablamos en el newsletter de cómo funciona el Banco Central.
Es probable que Trump intente colocar a sus aliados más cercanos al frente de la Fed, poniendo en riesgo su independencia y, por ende, la estabilidad financiera a largo plazo del país. El mandato de Powell termina en el 2026, por lo cual tenemos un poco de cordura por un rato pero después, quién sabe.
Glosario
Esta vez les tiro más glosario, y no tenemos la parte de noticias, así no se hace eterno este newsletter.
PBI (Producto Bruto Interno): Es el valor total de todos los bienes y servicios que un país produce en un año. Básicamente, mide cuánta “actividad económica” tiene el país, o cuan grande es su economía.
Inflación: La inflación es el aumento generalizado de los precios de bienes y servicios. Puede ocurrir por varios motivos: un exceso de dinero en circulación que reduce su valor, o una devaluación de la moneda, o un aumento en la demanda (cuando muchas personas quieren comprar lo mismo, suben los precios) o un incremento en los costos de producción (si fabricar o transportar algo cuesta más, ese costo se refleja en el precio final), entre otros. En todos los casos, el resultado es el mismo: el dinero alcanza para menos.
Déficit comercial: Esto pasa cuando un país compra más productos de los que vende a otros países. Es como si ganaras menos de lo que gastas, pero a nivel país. En lugar de vender más cosas a otros lugares, el país acaba comprando más de lo que exporta, lo que puede generar un desequilibrio en su economía.
Hasta acá llegamos, amigas.
Nos estamos leyendo. 👋
Viviendo en EEUU, la teoría de la economía es la más acertada. EEUU se rige 100% por la economía. El resto es purpurina. El “yankee profundo”, el que vive en un pueblito mini en Arizona, le importa más saber que mañana va a poder pagar un precio bajo de gasolina para su tractor, y que no venga un Mexicano a querer “robarle” su puesto de trabajo, que el derecho al aborto, el feminismo, y tener una presidenta que fue “endorsed” por Beyonce y 100 celebridades más. Y esa gente, es la mayoría. Votar acá no es obligatorio, y es MUY complicado. Las boletas son larguísimas, hay mil opciones y cosas por las que se votan, la forma en que te explican lo que estás por elegir es suuuper biased y hasta confuso, las filas para votar son largas, hay muchísimos indocumentados, o personas con problemas con la ley que no quieren ser atrapados, y también a la gente le da lo mismo votar, porque no lo tienen inculcado y no creen en la democracia.
En resumen, es muy difícil llegarle a la gente con otro discurso que no sea 100% sobre la plata.
Voté la del tequila porque me hizo reir. Y, además, no viene mal algo un poquito fuerte para lidiar con el mundo de hoy. "El precio de los huevos" era mi segunda favorita.