Hola, Amigas. 👋
¿Cómo están?
Estaba a punto de enviarles el newsletter sobre patrimonio y ¡boom! Estalló el escándalo de $LIBRA, la criptomoneda lanzada por Javier Milei. Ya les di mi opinión sobre el tema en redes, pero obvio que en el interín surgieron un montón de preguntas.
Así que aquí estamos. 🫡🫡🫡
Perdón que estoy espaciando más las entregas, pero terminar el libro me tuvo muy ocupada. Las +200 páginas no se escriben (ni se editan) solas. Siempre queda más por decir, pero siento que ya está lo esencial. Libro cerrado, y muy pronto, en sus manos.
Por otro lado, esta amiga apareció en El País, con alto titular. Hola 👋 a todas las amigas nuevas que se sumaron en estas últimas semanas. Qué lindo tenerlas por acá. Pueden encontrar las ediciones anteriores del newsletter en este enlace.
Sin más, ¡allá vamos!
Primero, vamos a cubrir lo básico.
¿Qué es una criptomoneda?
Una criptomoneda es una moneda digital, es decir, no tiene forma física como un billete o una moneda. Funciona en internet y se basa en una tecnología llamada blockchain (o cadena de bloques), que es como un registro público y seguro donde se anotan todas las transacciones. Ahora, lo que hace a las criptomonedas distintas de las monedas tradicionales—como el dólar o el euro—es que no están controladas por un banco central ni por un gobierno. No hay una Reserva Federal o un Banco Central Europeo imprimiendo más criptomonedas cuando lo considera necesario. En su lugar, las criptos funcionan en una red de personas y computadoras que verifican y validan cada transacción de forma descentralizada. Esto significa que podés enviarle criptomonedas a alguien del otro lado del mundo sin pasar por un banco, de billetera a billetera. Pero también significa que, si las perdés o te estafan, no hay una entidad que te proteja. No hay un "0800-CRIPTO" para reclamar tu dinero.
Por eso, aunque suene revolucionario, usar criptomonedas requiere entender bien cómo funcionan y qué riesgos implican. Porque así como pueden darte más independencia del sistema financiero tradicional, también pueden dejarte completamente expuesta si no sabés lo que estás haciendo.
¿Por qué se crearon las criptomonedas?
Bitcoin, la primera criptomoneda, nació en 2009 luego de la crisis financiera de 2008 (hablamos de esto en este newsletter), cuando quedó claro que los bancos podían jugar con el dinero de la gente sin muchas consecuencias.
Durante años, los bancos y entidades financieras hicieron medio lo que quisieron, creando una burbuja que tarde o temprano iba a estallar. Y cuando estalló, fueron rescatados con dinero público, mientras que millones de personas perdieron sus casas, sus ahorros y su estabilidad financiera. Un desastre que dejó en evidencia algo clave: el sistema financiero tradicional depende de instituciones que pueden tomar decisiones cuestionables y, cuando todo sale mal, las consecuencias las paga la gente.
Ahí entra Bitcoin, que nació en 2009 con una idea revolucionaria: ¿y si el dinero no dependiera de gobiernos, bancos o intermediarios? ¿Y si existiera un sistema financiero alternativo, donde el control lo tengan las matemáticas?
Bitcoin fue la primera criptomoneda y funciona como un oro digital: es escaso, funciona más como un commodity a esta altura. Ethereum, por su parte, no solo es una criptomoneda, sino una plataforma sobre la que se construyen aplicaciones descentralizadas (contratos inteligentes, NFTs, etc.). Tienen una utilidad real y han demostrado cierta estabilidad con el tiempo.
Obvio, desde entonces las criptos se diversificaron y el ecosistema explotó con miles de proyectos. Algunos muy cuestionables, como los memecoins.
¿Qué es un memecoin?
Un memecoin es una criptomoneda que no nació con un propósito claro, sino como una broma o un fenómeno de internet. El ejemplo más famoso es Dogecoin, que empezó como un chiste basado en el meme del perrito Shiba Inu. El valor de un memecoin no viene de una tecnología revolucionaria ni de una utilidad real, sino que depende exclusivamente del hype y de cuánta gente esté dispuesta a comprarlas.
Los memecoins son como un juego de sillas musicales moderno. Su precio sube y baja de forma extrema, dependiendo del efecto manada. Es básicamente apostar a que algo absurdo se vuelva valioso porque mucha gente decide creer en ello (aunque a menudo, los primeros en entrar son los únicos que ganan). Son el lado más especulativo (y más parecido a un casino) de las inversiones.
Porque cuando comprás un bono o una acción, tenés factores concretos para analizar: el rating del bono, si la acción está sobrevalorada o no, cómo le está yendo a esa industria o país, si a nivel ético te cierra invertir en ese activo, el contexto económico… Miles de factores.
Todo eso, versus "qué divertido este meme del perrito, a ver si sube".
¿Se entiende la diferencia?
Entonces, las criptomonedas, ¿son malas?
No, las estafas son malas. Como cualquier herramienta, todo depende de cómo se use. Y, por otro lado, no todas las criptomonedas son iguales. Hay una diferencia enorme entre criptomonedas como Bitcoin y Ethereum, que tienen una infraestructura sólida, adopción global y un propósito más allá de la especulación, y las memecoins, que básicamente son apuestas disfrazadas de inversión.
El problema acá es que la falta de regulación, la promesa de dinero rápido y la cultura del FOMO crean el ambiente perfecto para que los más vivos se aprovechen de los más ingenuos. Así nacen esquemas piramidales disfrazados de proyectos innovadores (hola, $LIBRA), criptos sin valor que se venden como "la próxima gran oportunidad" y famosos que te dicen que inviertas en algo en lo que no invertirían ellos.
Las criptomonedas nacieron como una respuesta a la crisis, con la promesa de un sistema más justo sin intermediarios corruptos. Era casi un acto de rebelión: "Si el sistema está roto, hagamos uno nuevo". Pero lo que pasó después es el clásico ciclo de siempre: el discurso pasó de "descentralizar el poder y darle más autonomía a la gente" a "comprá esta memecoin del perrito y hacete millonario en un día".
Cuando $LIBRA colapsó, no vimos ni a una mujer llorando por haberlo perdido todo. ¿Casualidad? No.
El mundo cripto está dominado por una mentalidad de riesgo extremo que encaja perfectamente con la cultura de la hipermasculinidad: apostar fuerte y despreciar la prudencia, como si fuera una debilidad.
Las mujeres, en promedio, tienden a ser más estratégicas y menos impulsivas con sus inversiones. No porque seamos menos arriesgadas, sino porque evaluamos el panorama de inversiones con más cabeza y estrategia.
Y los datos lo confirman: según un estudio de Forbes, los hombres suelen buscar rentabilidades más altas, asumir más riesgos y ser más especulativos en sus inversiones. Además, tienden a mantener activos en pérdidas, con un 70% de los hombres reacios a vender inversiones no rentables, en comparación con el 30% de las mujeres. Y esto termina teniendo un impacto en nuestras carteras de inversión. Según un análisis de la Universidad de Warwick, las mujeres tienen, en promedio, un 1.8% más de rendimiento anual que los hombres.
Al final, los hombres caen en dos trampas que destrozan su rendimiento financiero: el exceso de confianza y el exceso de actividad.
¿Funciona esto a más de un nivel? Quizás.
El problema de la “testosterona financiera”.
¿Me acabo de inventar un término? Puede ser.
Los cripto bros son una comunidad obsesionada con la competencia, la agresividad y la búsqueda de riqueza extrema. En este mundo, la "feminización" del dinero (o sea, cualquier cosa que sugiera cautela, seguridad o un simple análisis) se ve como una debilidad. Es la mentalidad del "Aguantá y no vendas" (HODL!) llevada al extremo: si vendiste cuando bajó, no sos lo suficientemente “macho” para estar en el juego.
Pero este comportamiento tiene consecuencias. La falta de regulación y la cultura de la testosterona financiera llevan a la creación de burbujas y estafas, donde la gente mete dinero no por análisis racional, sino por no querer quedar fuera.
Es la versión financiera de la masculinidad tóxica: una en la que quedarte en el molde o admitir que te equivocaste es peor que perderlo todo.
Así que sí, es un poco irónico que algo que nació como una alternativa al capitalismo financiero haya terminado lleno de bros gritando que "el que vende es un cagón". Pero si mirás la historia de cualquier revolución económica, siempre pasa lo mismo: la promesa inicial de progreso termina siendo capturada por los mismos patrones de siempre.
¿Por qué hoy es más fácil caer en estas estafas?
Si hoy las estafas y la fiebre por el "dinero fácil" están en su punto más alto, no es casualidad. Hay un caldo de cultivo perfecto: trabajos cada vez más precarios, salarios que no alcanzan y un mercado inmobiliario donde ser propietario parece un sueño del siglo pasado. Entonces, si el mercado real no da, mejor inventarse uno paralelo, ¿no? Cuando el sistema tradicional no te ofrece una salida, cualquier atajo parece tentador. El mercado cripto opera como un mundo paralelo, donde una criptomoneda sin utilidad real puede convertir a alguien en millonario de la noche a la mañana. Es la sensación de que, si seguir las reglas no te llevó a ningún lado, tal vez romperlas sea la única opción.
Así nacen las burbujas, las pirámides y los gurús que te venden "educación financiera" en tres pasos, alimentados por una audiencia desesperada por salir de la trampa en la que los metieron. Porque así funciona el negocio: cuanto más se precariza la vida, más crecen los gurús de la abundancia. Cuanto más difícil es sostenerse con un sueldo, más viral se hace la idea de que "los ricos piensan diferente". Pero no es que piensen diferente, es que juegan con otra plata, con otra red de contactos, con otra estructura detrás que permite errores. Infinitos.
La educación financiera sin contexto no es educación: es un negocio. Un negocio que lucra con tu incertidumbre, que te hace creer que el problema es tu falta de conocimiento y no un sistema que reparte las cartas siempre a favor de los mismos. Porque si bastara con cambiar “el mindset” y un curso de tres módulos, la desigualdad ya estaría resuelta.
Pero no. No estamos ni cerca de que esté resuelta.
Los mercados no colapsan por casualidad, ni las estafas surgen de la nada. Son el resultado de dinámicas profundamente arraigadas: la desregulación y la búsqueda de atajos en tiempos de incertidumbre. Y sin un marco histórico, sin entender cómo y por qué estos ciclos se repiten, la “educación financiera” se convierte en un manual de autoayuda con fecha de vencimiento.
Hasta acá llegamos hoy.
Nos leemos pronto.
Glosario: burbuja financiera
Una burbuja financiera es cuando todo el mundo compra un activo porque está de moda sin pensar mucho en su valor real. Imagina que todos empiezan a comprar casas o acciones de una empresa, elevando los precios muchísimo, solo porque creen que van a seguir subiendo. Pero llega un punto en que la gente se da cuenta de que los precios están demasiado altos para lo que realmente valen, y entonces todos intentan vender al mismo tiempo, lo que provoca que los precios caigan de golpe, dejando a mucha gente con pérdidas. Es como un globo que se infla mucho, hasta que en algún momento, ¡boom!, explota.
El Eurostoxx 600 (el índice que mide el rendimiento de las principales compañías europeas) ha superado al S&P 500 en rendimiento hasta ahora, a pesar de los tarifazos de Trump.
Trump sigue con su guerra de aranceles, lo que probablemente hará que los precios suban (hola, ¿huevos cerca de los 30 dólares la docena?). Esto pone a la Fed en una posición más cautelosa a la hora de bajar los tipos de interés.
El FBI empezó a investigar a Javier Milei por la estafa de $Libra. Habrá que ver si hacen un Premio Nobel de Estafas. Ese seguro lo gana.
Me encantó esta publicación. Mientras en mi camino me encuentro con una oferta de un criptobro para volverme millonaria, la data de la investigación de las mujeres invirtiendo reafirma que mi prudencia al dudar y no creerme sus cuentos no está mal.
Las mujeres SI entendemos y SI sabemos: datos, no opinión.
Ya estoy empezando a incluir "testosterona financiera" en mis charlas de café. https://giphy.com/gifs/filmeditor-clueless-movie-3ohfFwOjHFeujGjUZO