Hola amigas 👋
¿Cómo están, tanto tiempo?
Por acá todavía muy movilizada con los mensajes que recibí en la última edición. Gracias por compartir sus historias. En serio.
Para todas las que me comentaron que pasaron por algo similar, quiero compartir algo que me fue de gran ayuda en su momento: llevar un diario del dinero. Escribir nuestras experiencias en papel tiene un impacto diferente. Lo recomiendo muchísimo.
En esta edición, vamos a hablar de ahorrar.
Voy a dividir el capítulo de ahorro en tres entregas, primero abordar el hecho de que por más de que hagamos un enorme esfuerzo para ahorrar, la tenemos que remar un montón porque ya por ser mujeres, arrancamos muy atrás en ingresos, y a la vez gastamos más porque la desigualdad no es una “sensación”, sino que nos afecta directamente al bolsillo.
Y en la segunda edición, esta amiga se va a poner un poco nerd y va a explicarte un poco el contexto mundial, por qué hay inflación, y por qué sólo con ahorrar ya no es suficiente -y qué podés hacer al respecto-.
Y en una tercera edición, vamos a adentrarnos en gasto/ahorro, la relación más tóxica desde Wanda e Icardi, y consejos prácticos (nunca tips, jamás) para organizarte.
Ahí vamos.
Primero y principal, quería hacer un gran paréntesis antes de arrancar a hablar de este tema.
Estamos viviendo en un momento en que ahorrar es un privilegio.
Debo confesar que me molesta un poco cuando veo influencers repitiendo como loros la fórmula del 50/30/20. Por un lado porque, donde sea que me estés leyendo, hay inflación. Los salarios están atrasados. Los alquileres se fueron a las nubes. Entonces, por mucho que llenemos mil planillas de Excel, a veces la plata no alcanza. Y no hay mucha vuelta que darle.
Además, si obsesionarse con ahorrar más fuese la solución, ¿cómo se explica que las mujeres ahorremos más, pero terminemos nuestras vidas con un 26% menos riqueza que los hombres?
Las cuentas no cierran por ningún lado y nunca van a cerrar.
Y no, no es por no aprovechar un 2x1 o no llenar una planilla de Excel.
Se llama desigualdad.
El sistema está diseñado de manera que, simplemente por ser mujeres, ya desde el vamos contemos con menos recursos. Nuestros ingresos son menores y, además, ser mujer conlleva gastos extra por las expectativas culturales que se nos imponen.
Terrible, ¿no?
Esta entrega es un poco bajón. No les voy a mentir. Esta amiga va a tratar de hacerlo lo más ameno posible, pero no hay manera de hablar de desigualdad sin que sea una patada en el medio del estómago.
La desigualdad económica nos impacta de manera estructural y se manifiesta en diversas formas, tanto a nivel individual como sistémico. Tanto en los detalles más pequeños como en las enormes disparidades.
Hablemos primero de estas últimas.
Ganamos menos, amiga.
Desde que las mujeres ingresamos al mundo laboral remunerado, aproximadamente en la mitad del siglo pasado, nunca se nos ha tratado como iguales. Arrastramos una brecha salarial que, según el Foro Económico Mundial, parece no tener intención de cerrarse hasta dentro de unos 134 añitos más.
Por el mismo trabajo, se nos paga menos y se nos ofrecen peores condiciones. La brecha salarial no es una “sensación”, es real y mucho más común de lo que pensás.
Sin ir más lejos, esta semana empleadas de Apple han presentado esta semana una demanda colectiva contra la empresa, alegando que más de 12,000 empleadas ganan menos que los hombres por el mismo trabajo en los departamentos de ingeniería y marketing.
Entre nos, pasé por una situación similar, y fue una de las experiencias más humillantes de mi vida. De hecho, fue una de las razones que me impulsó a crear este espacio. Más adelante vamos a ir a fondo en por qué sucede, por qué es tan difícil de combatir, y qué podés hacer si te encontrás en esta situación.
Nos hacemos cargo de todo -y más-
Todo aquello de lo que un hombre no se encarga - ya sea cuidar a un hijo/a, atender a los padres, pasarle dinero a un familiar - recae sobre nosotras. Nosotras, con nuestra empatía infinita y teta cósmica que todo lo abarca, nos hacemos cargo de todo.
¿Por qué sucede esto?
Porque la sociedad impone un peso moral desigual a las mujeres en comparación con los hombres cuando se trata de asumir responsabilidades. Mientras que los hombres frecuentemente evaden sus deberes sin consecuencias significativas, las mujeres son juzgadas duramente y etiquetadas como 'malas mujeres'.
Cuotas alimentarias atrasadas, tareas del hogar puertas adentro, cuidado de personas mayores. Cada vez que un hombre evade sus responsabilidades, nosotras terminamos cubriendo esos baches, con el consiguiente impacto en nuestras finanzas.
Absolutamente todo se traduce en dinero -o tiempo- que nos falta de algún lado.
Los recortes tienen cara de mujer
Los gobiernos, cuando implementan planes de austeridad económica, suelen recortar ferozmente en sectores como educación y salud, donde el porcentaje de trabajadoras mujeres es notablemente alto. Entonces, cuando se habla de “recortar gasto del Estado” en realidad se está hablando de dejar sin trabajo a una gran cantidad de mujeres. Los planes de austeridad gubernamentales afectan desproporcionadamente a las mujeres, exacerbando la precarización del trabajo femenino, y aumentando la vulnerabilidad económica de las mujeres.
Y como estos, a nivel macro, hay mil ejemplos más. Solo menciono los más significativos para no deprimirlas más de lo necesario.
Ahora, hablemos de lo cotidiano. Culturalmente, nos imponen expectativas y presiones diferentes a las de los hombres, lo cual nos lleva a incurrir en mayores gastos económicos, que van mucho más allá del ya conocido pink tax.
Por default, y ya completamente normalizado, simplemente por ser mujeres, enfrentamos mayores gastos.
Esto se refleja incluso en el costo para nuestros padres: criar a una niña es bastante más caro que criar a un niño.
Lucir “presentables” nos cuesta una pequeña fortuna.
Y no estoy exagerando cuando digo pequeña fortuna.
Para nosotras, lucir “presentables”, ya sea en el trabajo o nuestra vida social, se traduce en gastos constantes en ropa, cremas, maquillaje y productos para el pelo, así como servicios de peluquería, manicuría y depilación. Todo por no ser tildada de “dejada” o “poco profesional”.
A su vez, cuando añadimos el componente racismo, las mujeres de minorías étnicas enfrentan expectativas de lucir “profesional” aún más elevadas.
Esto contrasta con la percepción más flexible y menos exigente hacia la apariencia de los hombres, quienes rara vez enfrentan las mismas críticas o presiones para mantener un estándar de presentación específico. Una afeitadita y lavada de cara versus una transformación digna de un reality show.
Una publicación americana hizo la cuenta de cuánto cuesta todo esto y la suma asciende a 250 mil dólares, a lo largo de nuestras vidas. (Lo más gracioso es que en el artículo lo llaman vanidad. La ironía, ¿no?) Es probable que este costo sea considerablemente más bajo en otras partes del mundo, dado que en Estados Unidos los costos suelen estar muy por encima de la media. Pero cuando te ponés a hacer un par de cuentas rápidas, no suena taaaan descabellado.
Este mandato de “lucir presentables”, que tenemos completamente naturalizado, nos cuesta una casa. O dos, depende donde estés leyendo esto.
No sé ustedes, pero no volví a mirar a mi ácido hialurónico que tengo en el baño de la misma manera, después de enterarme esto. ¡Ese frasquito podría contener un monoambiente en Caballito!
La imposible tarea de mantenernos jóvenes
Si bien está relacionado con el punto anterior, este tema merece un apartado especial, especialmente al considerar la fragilidad laboral cercana a la edad jubilatoria (un hito que parece inalcanzable, pero eso es tema para otro newsletter). Mientras que para los hombres el tiempo parece mejorar su atractivo como buen vino, a nosotras se nos impone la tarea imposible de no envejecer.
Esto nos lleva a gastar una fortuna en tratamientos y productos no sólo para mantenernos jóvenes y mantener nuestro “valor en el mercado”, como les conté en el newsletter anterior, sino también se vuelve crucial para sostener nuestra relevancia en el mercado laboral. Según SHRM, el 77% de las mujeres ha experimentado discriminación por edad en el trabajo. Mientras los hombres pueden mantenerse vigentes por más tiempo, nosotras empezamos a ver el impacto del edadismo en nuestras trayectorias profesionales, mucho antes.
Volver a casa vivas nos perfora el bolsillo.
Muchas veces, al regresar a casa por la noche, nos vemos obligadas a tomar un taxi porque las calles no son seguras para nosotras. El transporte público deja de ser una opción viable a ciertas horas de la noche, por lo que la inseguridad impacta directamente en nuestra economía personal.
Este desembolso de dinero, que normalizamos por completo, está estrechamente relacionado con la desigualdad y la violencia estructural que enfrentamos diariamente. Es parte de un conjunto de gastos hormiga e invisibles pero significativos que, sumados a lo largo de la vida, representan otra pequeña fortuna que se nos va simplemente por ser mujeres.
¿Dónde está el secreto de Victorio?
Conversando con mi amiga Natasha, surgió un tema que honestamente no estaba en mi radar: la presión de ser “sexies” en la cama, también nos cuesta dinero. De vuelta, como somos al natural, no es suficiente. Parece que se espera que montemos un espectáculo digno de Victoria’s Secret, cuando el tipo literal se apersona con unos boxers arrugados. Es una locura cuando te lo ponés a pensar.
¿Cuánto gastamos en mantener viva esta "fantasía" ideada por tres genios del marketing?
Me está costando hacer chistes en esta edición porque la verdad es que cuando ves todos los datos juntos, da mucha bronca. Es lógico que al leer esto, estés enojada.
Yo estoy enojada al escribirlo.
La peor desigualdad es la que tenés tan naturalizada que ni siquiera te das cuenta que ocurre.
Ahora en términos prácticos, dejando a un lado lo sistémico, porque cada punto que mencioné merece un capítulo aparte. En términos de ahorro, lo que realmente debemos considerar en nuestro día a día, son esos los mandatos invisibles y gastos hormiga que enfrentamos todos los días. ¿A cuáles nos podemos rebelar? ¿En qué estamos gastando en piloto automático, sólo por ser mujeres?
Quiero aclarar igual, soy cero policía de hacerte tratamientos de belleza, botox y esas cosas. Cero. De hecho, estoy escribiendo este newsletter con unas uñas pintadas de un azul bastante polémico. Como mujeres, hemos sido juzgadas durante siglos por nuestras acciones y decisiones. Lo último que necesitamos es señalarnos entre nosotras. Y aparte, este arquetipo de la mujer ‘al natural’ es un estereotipo en sí mismo, también.
Gastá tu dinero en lo que quieras, y lo que te haga feliz. Siendo esto último, clave.
Esas son las cuentas que me interesan bastante más que cuánto nos ahorramos en un capuccino: no gastar en cosas por mandato.
Les pongo un ejemplo: cuando cumplí 16 años, mi vieja me llevó a depilarme con cera. Brazos, piernas, entrepierna. Todo. Me sentí como yendo a un matadero. Lloré tanto, tanto que nunca más lo volví a hacer. Nunca. Jamás. No gasté ni un centavo en depilación. En mi vida.
Soy el auténtico “bancate la pelusa”. 🦔
(Tengo varios ejemplos más de este estilo, pero que me da un poco de pudor contar).
Pero, la cuenta que me interesa es esta. Le pedí a ChatGPT que sacara la cuenta, aparentemente me ahorré entre 10-15 mil dólares hasta ahora por no depilarme con cera, en mi vida.
Amiga, ¿querés que todas nos dejemos los pelos? No. Como ya dije, si depilarte es lo tuyo, voy a estar en primera fila aplaudiéndote, talco y crema de aloe vera en mano.
¿Puedo decir que amasé una fortuna porque nunca me depilé? No.
Pero no gasté en algo que claramente no me hace feliz, ni disfruto.
Que me estén arrancando los pelos con cera caliente no es mi idea de la felicidad, ni el tipo de experiencia donde me interesa depositar mi dinero, por el que literal me maté trabajando.
Esa es la cuenta que me interesa que hagas y que repensemos.
Depositemos este dinero que tanto nos cuesta ganar, remando contra la corriente todos los días, en cosas que realmente nos interesa gastarlo, no en mandatos.
Tarea
Sentate con tus gastos mensuales. ¿Ves algo en lo que estés gastando por mandato cultural versus en lo que realmente querés gastar?
Hacete una listita.
Si ves algo que definitivamente podrías evitar, usando la herramienta de interés compuesto que te comenté en la primera edición, calculá cuanto podrías tener en 10 años si te ahorrás esta plata, y la invertís. En educación, en la bolsa, en vos misma. En lo que quieras.
¿Detectaron algo? Las leo 👀
Glosario: La regla del 50/30/20
La regla del 50/30/20 es una guía financiera simple pero efectiva que ayuda a manejar tus finanzas personales de manera equilibrada. Según esta regla, el 50% de tus ingresos deben destinarse a necesidades básicas como vivienda y alimentos, el 30% a gastos personales como suscripciones, comer afuera o salir, y el 20% a ahorro e inversión, y pago de deudas, para garantizar tu seguridad financiera a largo plazo.
Como les decía, al principio, es una guía demasiado generalizada, cuando cada mujer es un mundo. Pero es un buen punto de partida. Siempre teniendo en cuenta que es una guía general, nada para tomar a rajatabla.
No soy muy amante de las planillas (perdón a las fundamentalistas del Excel, acá soy más team cuaderno) pero si quieren, para la próxima edición puedo armarles una planilla que calcula estos porcentajes aproximados.
Fofocas del mercado
La semana pasada, Apple anunció la integración de ChatGPT a todos sus productos. Si bien las acciones al principio bajaron, el jueves Apple superó a Microsoft en valor de mercado.
Otro país europeo llamó a elecciones adelantadas. Fuerte jugada de Macron para frenar el avance de la extrema derecha en Francia (y en Europa).
La semana pasada, Nvidia, el fabricante de chips de AI, hizo un ‘stock split’.
¿Qué es un stock split?
Un stock split, o desdoblamiento de acciones, es cuando una empresa decide dividir sus acciones en múltiplos más pequeños sin cambiar el valor total de las acciones que poseen los inversores.
¿Por qué se hace esto? Al dividir una acción en múltiplos más pequeños, las acciones se vuelven más accesibles para un mayor número de inversores individuales, ya que el costo por acción es más bajo después del desdoblamiento.
Estoy fascinada con tu escritura. Estoy leyendo religiosamente cada publicación y la comparto y recomiendo mucho cada vez que puedo.
Soy docente, de escuela primaria. Quizás vengo de un submundo en el que no hay diferencia en sueldos (aunque es cierto que la docencia -en estos niveles- está ocupada casi en su totalidad por mujeres. No es así en el ámbito académico o superior donde si bien no hay diferencia en plata si es cierto que los lugares están ocupados por hombres, en un mayor porcentaje).
A lo que iba, hace un par de semanas dejé de usar el transporte público para ir a las escuelas porque se volvió un gasto bastante grande en mi economía. No lo había hecho antes simplemente porque "como iba a ir a trabajar desarreglada". Hasta que un día vi a un profesor que bajaba de su auto (una y otra vez) con su ropa sucia. Sucia literal y nadie le decía nada. Ese fue el click. Por supuesto que igual voy en la bicicleta con una mochila enorme de cosas para "arreglarme" pero bueno, hice un cambio y gané tiempo. (Y si me pongo a hilar fino gané salud porque hago ejercicio y plata porque me ahorro el colectivo).
Nadie me preguntó pero justo estoy tratando de hacer algunos cambios en mi vida y sucede que escribí un pedacito sobre esta situación del "ahorrar". La dejo acá por si te interesa leerla.
https://tatianaenrique.substack.com/p/de-donde-sale-todo-esto
Por mi parte seguiré recomendándote en redes (y salas de profes)
Arranqué por este post… me llevo mucho para meditar. Gracias 🙌🏼 Excelente nota.